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El amanecer es la hora en la que nada respira, la hora del silencio: todo está quieto, sólo se mueve la luz.

 

Con esta frase de Leonora Carrington, reflexiono sobre la lectura de El citatorio Real. Un cuento capaz de desdoblarse y salirse del libro mismo para internarse en quien le ha leído.

Adentrarse por los relatos de Leonora es ir oscilando entre la inocencia típica de la infancia y el tinte macabro de la fantasía. La narración poética describe lo cotidiano entremezclándose con el surrealismo, sin añadirle más de lo necesario.

Estamos frente a una niña / adolescente a quien se le indica que debe matar a una reina. Un destino solamente comparable con el de las infancias en los barrios marginales plagados por las pandillas que cazan miembros cada vez más jóvenes para sumarlos a sus filas.

Por momentos, pareciera estar frente a una versión alterna a Alicia a través del espejo de Lewis Carroll. La niña de Leonora también es una pequeña que sale al encuentro de una reina que, ciertamente, ha perdido la cabeza y, además, ha osado a perder una partida de damas.

La encargada de impartir este castigo será una niña, pues los adultos no tienen el valor de cometer el crimen. En cambio, ella sí es capaz de cumplir con esta misión y taraear una canción infantil al mismo tiempo.

 

 

Para mi abuela Leonor Lemus

 

Un molinillo

gira sin parar al viento

Con cada vuelta

pierde más colores

 

A su lado, una silla espera

entre las macetas y un balcón seco

 

Las nubes avanzan

sobre el techo de enfrente,

empujando al cielo

escapando de la memoria

 

De este lado

tampoco hay descanso

El molinillo insiste en dar vueltas

hasta que regreses

 

Poco falta para que vuele solo

y tire a un lado la tierra

Para que salga de la maceta

y se una a las nubes

 

 

 

 

 

 

Una muñeca te espera con la vista perdida; ignora las pelotas que giran por la sala; confía que jugarás con ella; cuando bailás, no te das cuenta de que aquí también estoy yo; te observo desde la orilla del balcón y todo lo capturo; veo al cielo y pienso que en las nubes van nuestras ausencias; ¿te acordás cuando fuimos al mar por primera vez? Queda la foto para asegurar que ese paseo no fue un sueño; el mar como las nubes, también es olvido, pero vos seguís bailando e ignorás que un día también crecerás; que esta noche comiendo aguacates sembrados por tu abuelo, viendo televisión y cantando, también se irá como la espuma.

 

 

Ella lo vio todo

antes de alcanzar la cima.

 

Adivinaba el tiempo

según la forma en que
caía la luz.

Contaba pétalos en las
macetas del jardín.

 

Ahora intuye el clima por
el sabor del aire:

El calor, un algodón de
azúcar y coco,

el frío, una manzana de caramelo.

 

Con su cabello como bandera,

lleva en su rostro dos botones

y una rosa entre las manos.

 

Atrás quedan los verdes campos

de amarillo salpicados.

 

El viento sopla

pero ella no cede.

Busca un lugar para la flor,
lejos de aquí.

                                                                                            Imagen: El ancestro, de Leonora Carrington.

 

A la Tatuana

Con
un trozo de carbón,

entre
velas y rosas blancas,

dibujo
un barquito en la pared

para
fugarme como ella.

 

Trazo
con cuidado la vela

y
termino con la proa.

De un momento a otro

revienta el mar sobre mi ventana.

 

Terremoto en el cielo.

Caen
nubes en picada.

El
rayo siembra

una
sonrisa.

 

Me
voy

navegando estrellas

con
un barquito de papel.

Crédito de la imagen: Muchacha ante la ventana, Salvador Dalí.

Hace poco (o mucho, depende de cuándo leas este post), empecé a leer El arte de la poesía de Ezra Pound. Un libro directo y sin miramientos para hablar sobre ese fantasma tan abstracto que puede llegar a ser la poesía. 
En esta obra, Pound, reúne una serie de consejos y observaciones en torno al ejercicio de la escritura de poemas, en los que aborda breve pero substancialmente los conceptos de la imagen, el lenguaje y el ritmo; elementos que son fundamentales en la poesía.
En honor al libro y a su temática, seré concisa en este post. Durante mi lectura, marqué ciertas frases que poco a poco iré convirtiendo en mantra a la hora de crear. Así que, aquí te van:

  1. No emplees expresiones como «nebulosos territorios de paz». La imagen se oscurece. Se mezcla una abstracción con lo concreto. Este error se debe a que el escritor no se da cuenta de que el bjetivo natural es siempre el símbolo adecuado.
  2. Nada de adornos; en todo caso, buenos.
  3. La poesía es un arte y no un pasatiempo.
  4. Así la quiero: austera, directa, libre de babosa emoción.
  5. La función de la litratura… es precisamente el incitar a la humanidad a continuar viviendo ; el aliviar la mente de tensiones y el nutrirla.
  6. El lenguaje de la prosa tiene una carga de mucho menor intensidad, presentación abundante de hechos explícita y requiere mayor cantidad de lenguaje.
  7. La belleza en el arte le recuerda a uno qué es lo que vale la pena.
  8. El artista serio es un cietífico. Mientras más preciso sea su informe, más duradera será su obra de arte. 
Todo se resume en romper con los estereotipos que puedas tener sobre la escritura. Alejarte de aquellas catarsis de la adolescencia para observar las cosas y escribir sin pomposidad.
Mata a tu ego y siéntate a trabajar.

Duermes sobre la mesa con un grano mostaza que cayó sobre tí.

Sueñas y esperas a que llegue tu début. Por ahora, descansas horizontalmente en la esquina de un escritorio que es blanco también.
Tu piel es delgada y casi frágil.
Te desperezas bajo la luz de un foco amarillo que  atraviesa tus poros.
Llevas unas horas fuera de tu casa y ya estás un poco arrugada. Mírate, tienes arqueada la esquina inferior derecha.
Las líneas de la vida comienzan a formarse en tus pliegues. Cayeron migas de pan sobre ti
Ya no eres la misma de hace unos días. Las horas han pasado y dejaron su huella.

La hoja arrugada I

Estás hecha un ovillo. Ocupas apenas una mínima porción del escritorio. Ahora tus relieves se vuelven más interesantes.
Tu sombra se quiebra y toma diferentes tonos de gris; algunos más opacos que otros. El fragmento de sombra más oscuro parece un cartucho de lirio que, con los bordes finamente delineados, guarda dentro de sí un tesoro. A tu alrededor resplandece el resto de tu sombra, que se quiebra más allá de tus dominios.
Mientras estás enrollada, pareces un capullo. Tus pétalos no se han desprendido y te abrazan. Guardan pequeñas cavernas y pasillos.
Vistas desde otro ángulo, también podrías ser un risco y tus pliegues, las orillas de la montaña por donde pasan las hormigas.
Una rosa sin su tallo, huérfana de todo lo demás.
Tienes un lado más oscuro que otro
La luz delinea tus contornos con especial atención
¿Qué pasará cuando te estires?

La hoja arrugada II

Ahora eres un cisne. Tienes tu cuello erguido y plumas blancas por doquier. El lago es la mesa blanca que te sostiene. Te abrazas a ti misma

La hoja estirada (la extensión)

Parece que te hiciste más pequeña de lo que en realidad eras. Los nuevos pliegues sobre tu piel marcan un camino sinuoso de subidas y bajadas. 
Te habitan los triángulos y las líneas imperfectas. Tienes pellisquitititos.
La esquina inferior derecha se ha roto. En qué momento se puede llegar a sufrir tanto. Hace unos minutos eras una hoja lisa y, ahora, tienes el cinturón de volcanes atravesándote. 
Las sombras son irregulares en tu valle.
Una mosca aterriza en tus montañas y pasea en búsqueda de alguna miga perdida. Camina con calma entre tus relieves. Ha llegado la primera exploradora a tu territorio.

La hoja en llamas

Avanza voraz la danza
que en arrebato (te) muerde
te abraza
te envuelve
Arde
todo
arde
Deja una marca en tu orilla con su lengua naranjazul
Te encoges
Te arremolinas
Atrás quedan tus bordes rectos
Solo queda un racimo de cenizas
Pasaban de casa en casa mientras el mar reventaba sobre mi ventana.
No había duda alguna.
El cielo se quebraría en cualquier momento.
 
Los perros huérfanos rascaban la puerta para entrar.
Nos quedamos a oscuras.
Hasta las estrellas más lejanas se escondieron.
Nadie quería ver la última explosión.
De primero fue el grito y después quedó el silencio.
Temblaron los volcanes
perdimos las montañas
borraron nuestras nubes
ahogaron la memoria


Se llevaron nuestros valles y nos dejaron el olvido.




*Este poema fue leído como parte del Gesto Poético organizado por el colectivo Literatas que dan lata, para las Jornadas de Luis de Lión 2019. Nuestro gesto se realizó en Rayuela.

A Manuel León García
Me contaron que eras hijo del campo.
Que tu mirada
se perdía entre la siembra
que tu corazón cabalgaba con el ritmo de la tierra.
Que sacabas a pasear
con discreta picardía
a una tortuguita que fue dibujada en tu pierna
sin que tus hijos lo sospecharan.
                                       
Tu nombre también fue rebelde. 
Desafiaste retenes militares
con tal de ayudar a un guerrero kekchí
Eras un mensajero del futuro.
Verte a ti era como adivinar a mi papá dentro de algunos
años.
Confieso que tu voz
se diluye en el eco
de las pocas veces que nos vimos.
Ya no tengo el osito de peluche
que me enviaste para Navidad.
Solo me queda
esta arqueología fotográfica
con historias para armar.
II
Eran las cuatro de la tarde
cuando el valle del Polochic se incendió bajo el sol
Tus montañas se preguntaron
por qué no habías regresado
Un soplo bastó para cerrar las puertas de Panzós
Fueron los árboles
quienes sabiamente comprendieron
que desde aquel 10 de enero
ya no llegarías para buscar su sombra.



Ya sea que decidas alejarte de la ciudad, refugiarte en una cabaña con vista al lago, optes por caminar por las calles de la Antigua Guatemala o te quedes en casa, estos títulos nunca estarán de más para los lectores empedernidos.



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Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, de Elena Favilli y Francesca Cavallo
Los cuentos de hadas son cuestionados por la vida real. ¿Qué hay detrás de las historias de Elizabeth I, Coco Chanel, Marie Curie, Frida Kahlo, Serena Williams y otras mujeres extraordinarias? Todas narran la aventura de su vida para demostrar que los cuentos también pueden ser protagonizados por mujeres que se atrevieron a transformar el mundo.
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La tienda de los suicidas, de Jean Teulé

En una ciudad apocalíptica donde las esperanzas son en vano, nace un niño alegre que desencaja en su familia. Con esta lectura, entrarás a la tienda y a la vida de una familia dedicada a la venta de productos que cualquier suicida debe tener a mano para cuando llegue el momento final. Las sogas para ahorcarse, venenos, armas y conjuros, son el pan de cada día. La normalidad entra en jaque cuando el bebé pone en riesgo el negocio.
La lectura de este cuento es amena y salpicada de humor negro. Aconsejable para leerla frente a la piscina pero con un buen salvavidas a la mano. No vaya a ser.


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En el camino, de Jack Kerouac
Con esta novela no hay pierde. Puedes leerla durante el roadtrip del fin de semana o mientras disfrutas de un café en casa. De cualquier manera, la carretera se abrirá frente a ti para llevarte a bordo de Cadillacs prestados y Dodges desvencijados. Los viajes extravagantes de uno de los primeros hipsters literarios, Dean Moriarty y del narrador Sal Paradise, te llevarán por Nueva York, Nueva Orleans, Ciudad de México, San Francisco y Chicago.
Desde la enorme tristeza de una camisa, hasta sentir el aire que se puede besar, Kerouac narra con frases cortas y directas. Los escenarios cambian de manera abrupta porque los personajes huyen de la angustia. Se refugian en las fiestas, engullen carreteras, beben sin parar y conocen a memorables compañeros de viaje. El destino no importa, lo importante es el recorrido por la carretera.


También esto pasará, de Milena Busquets


Las palabras son poderosas y cuando mamá nos dice una frase, esta puede convertirse en un mantra que nos ayuda a pasar el día a día. Esto le sucede a Blanca, quien ahora debe enfrentarse a la muerte de su madre. Frente al duelo, el desgarro y la ausencia, se extiende el verano en la ciudad de Cadaqués.
Los paisajes mediterráneos acompañan una narración en la que destacan frases como: «La ligereza es una forma de elegancia. Vivir con ligereza y alegría es dificilísimo.» A través de la historia de Blanca y la enfermedad y muerte de su madre, a través de las relaciones con sus amantes y sus amigas, tenemos la oportunidad de asistir a una narración intimista y sin rodeos. Temas universales como el dolor, el amor, el miedo, el deseo y la tristeza, se alternan frente al mar de Cadaqués.


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Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago
La prosa tiene un ritmo que te atrapa desde la primera línea. Los diálogos están empapados de humor negro y resonarán en tu mente aún después de haber bajado el libro para beber otro sorbo de cerveza. Terminé de leer esta novela hace unas horas y no miento cuando digo que Saramago logra atraparte en una ciudad en la que la disidencia marca la pauta de toda la historia.
Por momentos, sentirás que estás viendo una película de intriga o que esta novela bien podría inspirar una nueva serie que compita con House of cards. En época de elecciones resulta que más de la mitad de la población optó por votar en blanco. Esto desata una crisis en la que los políticos confabulan para averiguar quién podría estar detrás de lo que ellos consideran como un movimiento desestabilizador sin precedentes. Si ya leyeron el Ensayo sobre la ceguera, no pueden dejar de leer esta otra novela.
¡Que el sol incendiado del fin de semana acompañe tus lecturas!
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