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Escritores

El amanecer es la hora en la que nada respira, la hora del silencio: todo está quieto, sólo se mueve la luz.

 

Con esta frase de Leonora Carrington, reflexiono sobre la lectura de El citatorio Real. Un cuento capaz de desdoblarse y salirse del libro mismo para internarse en quien le ha leído.

Adentrarse por los relatos de Leonora es ir oscilando entre la inocencia típica de la infancia y el tinte macabro de la fantasía. La narración poética describe lo cotidiano entremezclándose con el surrealismo, sin añadirle más de lo necesario.

Estamos frente a una niña / adolescente a quien se le indica que debe matar a una reina. Un destino solamente comparable con el de las infancias en los barrios marginales plagados por las pandillas que cazan miembros cada vez más jóvenes para sumarlos a sus filas.

Por momentos, pareciera estar frente a una versión alterna a Alicia a través del espejo de Lewis Carroll. La niña de Leonora también es una pequeña que sale al encuentro de una reina que, ciertamente, ha perdido la cabeza y, además, ha osado a perder una partida de damas.

La encargada de impartir este castigo será una niña, pues los adultos no tienen el valor de cometer el crimen. En cambio, ella sí es capaz de cumplir con esta misión y taraear una canción infantil al mismo tiempo.



Ya sea que decidas alejarte de la ciudad, refugiarte en una cabaña con vista al lago, optes por caminar por las calles de la Antigua Guatemala o te quedes en casa, estos títulos nunca estarán de más para los lectores empedernidos.



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Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, de Elena Favilli y Francesca Cavallo
Los cuentos de hadas son cuestionados por la vida real. ¿Qué hay detrás de las historias de Elizabeth I, Coco Chanel, Marie Curie, Frida Kahlo, Serena Williams y otras mujeres extraordinarias? Todas narran la aventura de su vida para demostrar que los cuentos también pueden ser protagonizados por mujeres que se atrevieron a transformar el mundo.
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La tienda de los suicidas, de Jean Teulé

En una ciudad apocalíptica donde las esperanzas son en vano, nace un niño alegre que desencaja en su familia. Con esta lectura, entrarás a la tienda y a la vida de una familia dedicada a la venta de productos que cualquier suicida debe tener a mano para cuando llegue el momento final. Las sogas para ahorcarse, venenos, armas y conjuros, son el pan de cada día. La normalidad entra en jaque cuando el bebé pone en riesgo el negocio.
La lectura de este cuento es amena y salpicada de humor negro. Aconsejable para leerla frente a la piscina pero con un buen salvavidas a la mano. No vaya a ser.


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En el camino, de Jack Kerouac
Con esta novela no hay pierde. Puedes leerla durante el roadtrip del fin de semana o mientras disfrutas de un café en casa. De cualquier manera, la carretera se abrirá frente a ti para llevarte a bordo de Cadillacs prestados y Dodges desvencijados. Los viajes extravagantes de uno de los primeros hipsters literarios, Dean Moriarty y del narrador Sal Paradise, te llevarán por Nueva York, Nueva Orleans, Ciudad de México, San Francisco y Chicago.
Desde la enorme tristeza de una camisa, hasta sentir el aire que se puede besar, Kerouac narra con frases cortas y directas. Los escenarios cambian de manera abrupta porque los personajes huyen de la angustia. Se refugian en las fiestas, engullen carreteras, beben sin parar y conocen a memorables compañeros de viaje. El destino no importa, lo importante es el recorrido por la carretera.


También esto pasará, de Milena Busquets


Las palabras son poderosas y cuando mamá nos dice una frase, esta puede convertirse en un mantra que nos ayuda a pasar el día a día. Esto le sucede a Blanca, quien ahora debe enfrentarse a la muerte de su madre. Frente al duelo, el desgarro y la ausencia, se extiende el verano en la ciudad de Cadaqués.
Los paisajes mediterráneos acompañan una narración en la que destacan frases como: «La ligereza es una forma de elegancia. Vivir con ligereza y alegría es dificilísimo.» A través de la historia de Blanca y la enfermedad y muerte de su madre, a través de las relaciones con sus amantes y sus amigas, tenemos la oportunidad de asistir a una narración intimista y sin rodeos. Temas universales como el dolor, el amor, el miedo, el deseo y la tristeza, se alternan frente al mar de Cadaqués.


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Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago
La prosa tiene un ritmo que te atrapa desde la primera línea. Los diálogos están empapados de humor negro y resonarán en tu mente aún después de haber bajado el libro para beber otro sorbo de cerveza. Terminé de leer esta novela hace unas horas y no miento cuando digo que Saramago logra atraparte en una ciudad en la que la disidencia marca la pauta de toda la historia.
Por momentos, sentirás que estás viendo una película de intriga o que esta novela bien podría inspirar una nueva serie que compita con House of cards. En época de elecciones resulta que más de la mitad de la población optó por votar en blanco. Esto desata una crisis en la que los políticos confabulan para averiguar quién podría estar detrás de lo que ellos consideran como un movimiento desestabilizador sin precedentes. Si ya leyeron el Ensayo sobre la ceguera, no pueden dejar de leer esta otra novela.
¡Que el sol incendiado del fin de semana acompañe tus lecturas!


Un verdadero artista responde cada noche a su vocación cuando durante el día se ve obligado a trabajar para sobrevivir. Lo demás son pretextos. Eso aprendí durante la entrevista/conversación con Javier Payeras.  Una de esas charlas que te alimentan e inspiran. El artículo y las fotos fueron publicadas en la revista Avant, en febrero de 2013. Se las comparto a continuación.

«Hay días en los que el mundo se viene encima y las tragedias se cuentan por decenas. Los periódicos son el registro del desencanto. Las ganas de salir corriendo aumentan mientras que la confianza se agota. Justo cuando todo parece irse a pique, hay quienes escogen por apostarle a un estilo de vida menos derrotista. Ese es el caso de Javier Payeras, quien ha optado por pelear contra el desaliento. El campo de batalla se libra desde la literatura y la gestión cultural. Quizá para la mayoría de personas, esa lucha parezca ser una causa inútil. 
Pero también se vale creer que la esperanza es lo último que se pierde. Durante una entrevista en un café ubicado a las inmediaciones del Centro Histórico, Payeras prefiere aferrarse a la posibilidad de ser un tragaluz en esta cotidianidad capitalina al citar a Woody Allen y creer que no todo el mundo se corrompe, pues hay que tenerle fe a la humanidad».

JP me aconsejó que tuviera cuidado con Alejandra Pizarnik porque leerla podría llevarme a altas dosis de depresión. Al principio, creí que él estaba bromeando. Así que me dediqué a leer cada noche durante dos semanas. Eso bastó para que la ruptura me pegara más fuerte.

En el primer día de la tercera semana, surgió un odio involuntario por los primeros rayos de sol. Quería quedarme atrincherada en mi cama. Olvidarme de que afuera de mi cuarto había una realidad y que tenía que afrontarla porque la vida siempre sigue. Contigo o sin ti, la función debía continuar.

Mis estatus en Facebook y los tuits de aquel período eran tan sentimentales. Saboreaba la noche recordándote y soñando con otras lunas. Perdía una libra por cada poema leído. Liberaba lágrimas para escribir algunos versos terribles. La dieta a la que me había sometido alarmó a mi madre, quien se mostró un poco preocupada al verme más delgada cada mañana. Fue entonces cuando recordé el consejo de mi amigo y decidí soltar el libro para dibujar una risita complaciente. Me obligué a darle la espalda a la página en blanco. Sustituí las lecturas nocturnas por rutinas deportivas. Como era de esperarse, las endorfinas hicieron lo suyo al provocar una sonrisa natural.

Sin embargo, no pude estar tanto tiempo lejos de la cuartilla que ahora me observa a medio llenar. Hay tres libros a mi lado y una cosquilla que late por dentro. Estoy lista para enfrentarme a mi reflejo y sonreír con orgullo. No he muerto en el intento de seguir buscando mis respuestas. Si me lo preguntan, diré que estoy enamorada de lo incierto. Ha llegado el momento de retomar el texto pendiente.

*El texto pendiente se refiere al libro en progreso y este es uno de los posibles fragmentos del mismo. 

Sirva este post para homenajear el legado literario que me han dejado las novelas de Gabriel García Márquez que me recomendó mi mamá alguna vez.

El primer ejemplar de Cien Años de Soledad al que me acerqué estaba en la librera de mi casa. Tenía una pasta amarilla bastante pálida con una nena inexpresiva en la portada. No recuerdo cuántos años tenía pero sí tengo muy presente a mi mamá contándome que ese era su libro favorito. Siempre que lo leía, le encontraba nuevas facetas a la historia y eso era algo que yo no terminaba de comprender.
Un buen día empecé la lectura y… ya no paré. De repente mi casa ubicada en cualquier suburbio capitalino, se llenaba de plantas silvestres y desde lejos podía observar a José Arcadio Buendía mientras empezaba la dinastía que me llevaría hasta Macondo. Quizá tenía menos de quince años cuando me dejé llevar hacia esas historias tan mágicas y verosímiles a la vez.

Ese fue mi primer boleto hacia las novelas de Gabriel García Márquez. Observaba con sorpresa los trucos de los gitanos y pretendía haber conocido el hielo por primera vez, al igual que lo hizo el coronel Aureliano Buendía. Luego continuaba mi paseo junto a los almuerzos que se preparaban en la casa de los Buendía, donde llegaron a recibir a decenas de turistas en la época de mayor esplendor para Macondo. Sufrí las penas de amores de la pobre Remedios, cuyos novios murieron y nunca pudo ser feliz. Me instalé en una de las habitaciones, desde donde escuchaba al viejo José Arcadio mientras estudiaba hasta volverse loco. Fui cómplice de Rébeca, pues cuando era niña solía comerse puñados de tierra y no decía ni una sola palabra. Padecí junto a ellos un diluvio eterno y fue ahí donde aprendí el término escampar, que se define como dejar de llover. Los párrafos que describían las lluvias perennes se quedaron grabados en mi memoria y siempre que observo una tormenta, tengo la leve noción de estar viviendo un pedacito de la novela.

Mi mamá, como en muchas otras cosas de la vida, tenía razón. La novela no revela todos sus secretos al leerla la primera vez. A Cien Años de Soledad hay que descubrirla poco a poco y planear los viajes con anticipación. Quizá he leído el libro 4 ó 5 veces y nunca dejan de sorprenderme los relatos mágicos que García Márquez describe con tanta seguridad. Gracias a estas lecturas comprendía las referencias que algunos columnistas hacían entre nuestra Guatemala y Macondo. Macondo es cualquier lugar de latinoamérica y es una metáfora de la historia de cada país. La soledad es una espina que lastima a cada uno de los descendientes Buendía. Ya sea por la mala suerte en el amor, el egoísmo, las maldiciones familiares representadas en distintas tragedias y la centuria de una familia destinada desde el principio a la tragedia.

Después de Cien Años de Soledad me acerqué a El Amor en los tiempos del cólera. Novela más romántica y trágica. El realismo mágico seguía ahí pero ahora me emocionaba con un par de enamorados que debieron postergar su romance hasta la última etapa de su vida. Si vieron la película, les recomiendo que lean el libro también. La película protagonizada por Javier Bardem no retrata a cabalidad el submundo de esta novela. Lo único que me gustó fue la canción de Shakira que forma parte de la banda sonora.

¿Quién no ha leído Crónica de una muerte anunciada como parte del pénsum en el colegio? A mi me tocó leerla en mis años de diversificado. Me lo gocé pero me gustó más leer La Hojarasca. Este último es un libro que carece de diálogos y relata una historia a partir de los pensamientos de los personajes principales. A casi nadie de mis compañeras del salón les gustó La Hojarasca pero si han leído Pedro Páramo de Juan Rulfo y además, les gustó; entonces harán bien en leer La Hojarasca. Los Funerales de Mamá Grande me pareció un apéndice de Cien Años de Soledad, este también me lo recomendó mi mamá.

Todos los libros que he mencionado hasta el momento, a excepción de La Hojarasca, estaban esperándome en la librera de mi casa. Después de esas lecturas continúe con Noticia de un secuestro y aquí la tónica cambia radicalmente. Nos encontramos en la Bogotá  moderna para seguir paso a paso la historia real del secuestro de Maruja Pachón Villamizar, ocurrido en 1990, a manos del narcotraficante Pablo Escobar.

El último libro de García Márquez que pasó por mis manos fue Vivir para contarla, una hermosa autobiografía que me llevó al verdadero Macondo. El autor nació en Aracataca y esta ciudad fue la que lo inspiró para ambientar su novela más célebre. Pero además de conocer de cerca su pueblo natal, también es posible comprender las referencias literarias y a los personajes reales que incluye en Cien Años de Soledad y El amor en los tiempos del cólera. Esta lectura invita a conocer sus primeros pasos por el periodismo y navegar por las memorias del escritor.

Hace unos años mi mamá se compró una edición conmemorativa de los 40 años de Cien Años de Soledad y ese fue el ejemplar que llegó a las manos de mi hermano menor. Se lo devoró enseguida y también le quedó plantada la semilla de Macondo. En cualquier momento retomaré el libro para internarme por ese poblado. Creo que han pasado muchos años desde que leí la novela por última vez. ¿Quién sabe? A lo mejor podría encontrarme al patriarca José Aureliano atado un castaño mientras platica con el fantasma de su antiguo enemigo. A lo mejor tome un paseo con la llegada del tren para gozar la época del esplendor para los habitantes del pueblo. Quizá salga volando con los vientos huracanados que se llevan al último hijo de la dinastía. O puede ser que aparezca junto al coronel Aureliano Buendía para asistirlo frente al pelotón de fusilamiento, justo cuando comienza la novela:

«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de 
recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces 
una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas 
que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos 
prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre…» 


Les dejo este link para conocer de cerca los !00 Años de soledad: (
http://www.emol.com/especiales/infografias/100soledad/index.htm )
Acompañen su lectura con la canción de Shakira.









El tiempo se me vino encima y me atrasé. Entre tantas vueltas del último semestre y el trabajo perdí el ritmo de lectura. Pero aquí está. No hay excusas que valgan para contarles como me teletransporte a una subdimensión de cumbias. Un día profeticé en mi estatus de Facebook que la cumbia «es la salvación». Así es.

Pero para Cucu, el protagonista de los relatos del libro De putas y poetas, la cumbia era su perdición. Poco a poco fui conociendo a la Ticki cumbiantera. La primera vez que la vi, estaba bailando con Cucu mientras el semáforo me daba verde en alguna calle de la Avenida Elena. Cuando volví a abrir el libro, Cucu estaba en una pensión visitando a un gurú. Lobizón Endemoniado, le dicen.

Los días pasaron y de repente, durante un desayuno, Cucu me contaba como casi se hace millonario con el botín de uno de los ladrones más buscados en la ciudad. Pero al final prefirió seguir siendo pobre. Escritor pero pobre.
Los últimos relatos me supieron a fiambre. Creo que esa misma acidez tan característica de este platillo guatemalteco, es la que Cucu siente cuando habla de sus dos amores. Su esposa y Ticki la cumbiantera. Una adolescente idealista que además baila cumbia para luego descansar en los telos (moteles, según entendí en la lectura).
Cada relato se convierte en una parada dentro de un viaje popular, cumbioso y sabroso que me deja un sabor de boca con esencia de Gallo, Cabro o una Quetzalteca con Ticky. No comprendo por qué tengo tantas ganas de ir a cualquier lugar con una videorockola y bailar como si fuera el fin del mundo…. Una como las de Xela.
Este fue el tercer libro del reto de los 50 y el primero que leo de la colección Mata-Mata y fue escrito por el argentino Washington Cucurto.

Pd. Debo hacer una última confesión. A El curandero del amor no lo pude leer completo… Es tan pero tan genial que me dio muchos nervios y hasta grité… Me puso muy nerviosa y lo dejé sobre la mesa. Luego lo retomé y poco a poco concluimos.


El helado viento me rodeaba en cada kilómetro recorrido por Chicabal. Este es un recinto natural ubicado en Chile Verde, San Juan Olintepeque, Quetzaltenango. La bruma me distraía de la caminata y con una respiración entrecortada me recordaba a la mañana en que el detective Rosanegra encontró a Raquel. Imaginaba que en la siguiente vuelta podría encontrarme a los perros endemoniados que Rosanegra veía en sus pesadillas.

El fin de semana pasado subí hasta la la laguna Chicabal, que se ubica a 4 kilómetros de la carretera más 590 gradas de descenso al cráter. Aunque ya había deambulado por el Pacaya esta ha sido la primera vez que subo hasta la cima de un volcán. No recuerdo la última vez que había estado tanto tiempo conmigo misma ni debatido tantas batallas existenciales juntas. A lo largo de cada metro me invadían diferentes pensamientos y fantasías, entre las cuales Raquel probablemente me observaba desde los matorrales. El entorno grisáceo se fundía con «el arco iris de tonos verdes» que enmarcaba la palidez en la piel de la joven aquella mañana en que fue encontrada sin vida.

El ambiente que Byron Quiñónez describe en Aquí siempre es de noche te atrapa desde las primeras líneas. Lo empecé a leer mientras esperaba que la camioneta continuara su camino hacia Xela en Los Encuentros. Para alejarme un poco del bullicio de los vendedores decidí abrir el libro y aunque afuera el sol irradiaba acompañado de un delicioso viento, en mi lugar era de noche. El bus siguió su marcha y volví a abrir el libro en cuanto tuve cualquier momento libre al despertar o antes de dormir en ese viaje. Se lee rápido porque captura tu atención y en un instante buscas saber quién pudo haber asesinado a una muchacha tan linda. El contraste entre la sensibilidad de un policía y su lado oscuro no tiene precio. No he leído la primera parte de esta saga El perro en llamas. Pero espero poder hacerlo pronto e incluirlo en este reto.