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STRANGER 02/100 Extraña 02/100
La luz de las diez de la mañana se confunde con la iluminación de las lámparas de Starbucks. El lugar es un búnker aislado del típico bullicio capitalino. Las ideas parecen estar suspendidas. Duermen durante un día cualquiera. Olga permanece ajena a las señales mudas que hacen los policías de tránsito del otro lado de la ventana. Prefiere hojear el periódico y perderse entre las noticias. Al observarla detenidamente, cualquiera podría darse cuenta que no es ajena a la información que recibe en cada página. Aunque su rostro permanece serio y distante, su mirada transmite tristeza. Hay una taza de café en la esquina de la mesa que aún no ha sido probado.
La energía de los meseros podría contagiar a cualquiera de entusiasmo. Sin embargo, Olga es inmune a cualquier distracción. La seriedad con la que gobierna su metro cuadrado llama mi atención desde el primer instante. Decido contrarrestar mis nervios y acercarme para preguntarle si puedo tomar su retrato. Pareciera como si despertara de un largo sueño y apenas me pone atención. No conversamos mucho, por lo que la sesión es breve y algo accidentada. Recordemos que esta es la segunda fotografía que le tomo a una persona extraña, por lo que debo parecer profesional aunque por dentro los nervios ganan la batalla poco a poco. Transcurren cinco minutos desde mi primer acercamiento. Le agradezco por haber accedido a ser la Extraña 02 en este proyecto. Se voltea para seguir leyendo el periódico y yo me marcho con la captura de la tristeza de Olga, la lectora en la cafetería.   
La foto es parte del 100 Strangers Project: www.flickr.com/,groups/100strangers/ http://flic.kr/p/bqN5o4

¿Recuerdas cuando los periódicos nacionales titularon sus portadas con el deceso de la elefante Mocosita?
La muerte de la popular paquiderma que residía en el Zoológico La
Aurora fue lamentada por muchas personas. Pero, ninguno se sintió tan
triste como Pablo Chicol. Su trabajo como Jefe del Departamento de
Jaulas le permitió compartir con la elefante durante sus últimos
instantes. Aunque han transcurrido cuatro años desde que falleció, su
voz se torna nostálgica cuando lo describe como uno de los momentos más
difíciles de su profesión. Su mirada se pierde entre los matorrales al relatar los acontecimientos: «Ya no podía permanecer en pie y buscábamos algo para que no estuviera bajo el sol. La situación empeoró en la noche y al día siguiente nos llamaron para darnos la mala noticia».

Afortunadamente el oficio de Pablo también le ha dado gratas
satisfacciones. Una de ellas ha sido poder velar por el bienestar de los
animales que maravillan al público. Hay detalles que pasan desapercibidos para los visitantes que se ríen
con las ocurrencias de los monos o se asustan al ver a los tigres.
Pablo está a cargo de un equipo conformado por 30 personas se encargan
de atender alguna emergencia o cerciorarse de que no les falte nada a
los inquilinos. De alguna manera el zoológico es su segundo hogar. Debido a que ha pasado la mitad de su vida cuidando a los animales de
este lugar, es capaz de reconocer sus estados anímicos y de recordar
los nombres de la mayoría de ellos.

Temprana claridad
Mientras hay quienes pasan toda la vida buscando su vocación, Pablo
al alcanzar la mayoría de edad, ya había decidido que se aventuraría en
el arte de cuidar animales salvajes. Tenía 21 años cuando empezó su
carrera como limpiador de jaulas. El primer reto que debió enfrentar fue
el aseo de los recintos de jaguares, osos, tigres, pumas y el de la Mocosita.
Pablo recuerda haber sentido mucho miedo al estar frente a frente con
la elefante. Respiró profundo y le habló con un tono de voz firme para
que le permitiera realizar la limpieza.
Sin imaginarlo, ese sería tan sólo el inicio de una entrañable
relación. Con el paso de los años, Pablo adquirió mayores
responsabilidades y aprendió a dominar el arte de la observación para
determinar si una especie se siente deprimida o alegre. Él se toma su
trabajo muy en serio, por lo que su imaginación nunca se detiene.
Además de la limpieza de los recintos, también debe buscar nuevas
alternativas para estimular a los animales. Es por eso que unas ramas de
árboles recién podados, pueden parecerle útiles para transformarse en
juguetes de los monos araña. También prepara helados o piñatas de carne o
frutas que luego son repartidos en jaulas determinadas. Pablo se
preocupa con especial esmero por cada uno de los animales a su cargo.
Confiesa que le gustaría que su hijo siga sus pasos, por lo que se hace
acompañar de él los fines de semana y lo involucra en la alimentación de
los animales más pequeños.

  • Lecciones de un cuidador
    Serenidad y paciencia

    La frase de Kaliman “Serenidad y paciencia, mi
    querido Solin” se convirtió en su lema. Atender las emergencias diarias y
    trabajar con animales que no pueden expresar lo que desean puede ser
    abrumador para cualquiera. A eso se le suma el estar al frente de un
    equipo de treinta personas que deben velar por el bienestar de cientos
    de animales

    Lúdico enriquecimiento

    Imagina que todos los días debes hacer lo
    mismo y que no hay distracción de algún tipo. Lo más seguro es que al
    cabo de una semana, termines aburrido o deprimido. Esa es la misma
    lógica que Pablo aplica al cuidado de animales, por lo que procura
    darles incentivos o juguetes que despierten su curiosidad.

    Respeto a los animales

    Su espalda luce el recuerdo de una pelea entre dos
    cebras. El macho atacaba a la hembra y justo cuando Pablo quiso
    defenderla, este le mordió el chaleco. El incidente no fue tan grave
    pero le recuerda que jamás debe confiarse de los animales. Un error
    inocente puede ser fatal cuando las emergencias tocan a la puerta.

 Este artículo fue publicado en la Revista Magacín de Siglo 21 (23/09/2012) Link: Un día en la vida de.
Fotografía de Andrés Vargas

JP me aconsejó que tuviera cuidado con Alejandra Pizarnik porque leerla podría llevarme a altas dosis de depresión. Al principio, creí que él estaba bromeando. Así que me dediqué a leer cada noche durante dos semanas. Eso bastó para que la ruptura me pegara más fuerte.

En el primer día de la tercera semana, surgió un odio involuntario por los primeros rayos de sol. Quería quedarme atrincherada en mi cama. Olvidarme de que afuera de mi cuarto había una realidad y que tenía que afrontarla porque la vida siempre sigue. Contigo o sin ti, la función debía continuar.

Mis estatus en Facebook y los tuits de aquel período eran tan sentimentales. Saboreaba la noche recordándote y soñando con otras lunas. Perdía una libra por cada poema leído. Liberaba lágrimas para escribir algunos versos terribles. La dieta a la que me había sometido alarmó a mi madre, quien se mostró un poco preocupada al verme más delgada cada mañana. Fue entonces cuando recordé el consejo de mi amigo y decidí soltar el libro para dibujar una risita complaciente. Me obligué a darle la espalda a la página en blanco. Sustituí las lecturas nocturnas por rutinas deportivas. Como era de esperarse, las endorfinas hicieron lo suyo al provocar una sonrisa natural.

Sin embargo, no pude estar tanto tiempo lejos de la cuartilla que ahora me observa a medio llenar. Hay tres libros a mi lado y una cosquilla que late por dentro. Estoy lista para enfrentarme a mi reflejo y sonreír con orgullo. No he muerto en el intento de seguir buscando mis respuestas. Si me lo preguntan, diré que estoy enamorada de lo incierto. Ha llegado el momento de retomar el texto pendiente.

*El texto pendiente se refiere al libro en progreso y este es uno de los posibles fragmentos del mismo. 
Source: tumblr.com via Tobie on Pinterest

El día que decidí dejar de quererte
Los pies descalzos de dos hermanas rozaban la grama, ajenos
a los buses en la carretera
Una conversación siguió 
su curso en la sobremesa del desayuno.
El campanario convocó a los feligreses.
El cielo besó la tierra.
Brindé a la salud del horizonte urbano.
El cosquilleo de la incertidumbre me empujó al vacío.
Bailé al ritmo de mi canción favorita en el centro de la
sala.
Las risas estallaron en la escuela.
Heidi prometió que dibujaría sus sueños.

Ese día descubrí que la poesía no sólo está en los libros o
antologías.

Está en la sonrisa de
Heidi y su juramento
En la estudiante que cabeceó
en el bus con un dulce de coco entre las manos
La canción tímida de un
niño resguardado por el corazón de la sierra
En un grupo de poetas que quiso
transformar el infinito
En los charcos esparcidos por el
asfalto
Los pasos acompañados que salpican banquetas

En las gotas suicidas

El guardián de una cumbre descubierta
por turistas cada cinco minutos.
La contemplación brillante
del atleta que saboreó el éxito
En el sartén chispeante de
una receta a punto de ser inventada
La adrenalina de un automóvil
sobrepoblado que conquista curvas imposibles
En el señor descalzo que avanza bajo el sol por el puente El Incienso con una caja de lustre para zapatos
En la mochila repleta de cuadernos que arrastra al niño por la banqueta
En El Sombra por el centro…
El día que decidí dejar de quererte es hoy. 

Trovador panameño

Si ustedes han escuchado que Panamá es como el Miami de Latinoamérica, déjenme contarles que esa aseveración no está lejos de la verdad.
Hace un fin de semana dejé en pausa mi rutina en Guatemala para recibir con brazos abiertos la oportunidad de viajar hacia Panamá. El boleto llegó a mis manos gracias a una asignación laboral, por lo que me encontré ante una situación que no podía dejar pasar. Al recibir la asignación debí documentar todo el recorrido y escribir un artículo al respecto. La publicación salió publicada en la edición del 27 de mayo de la revista dominical Magacín, de Siglo 21. La crónica completa de la visita pueden leerla en este link: Artículo Siglo 21
Panamá forma un eslabón que integra América Central con América del Sur; por lo que no es de extrañar encontrarse con venezolanos, argentinos, colombianos, estadounidenses, dominicanos o centroamericanos en el mismo hotel. La capital se encuentra en la costa del Pacífico, desde donde se alza frente al viajero, luciendo imponentes edificios que contrastan con los suburbios y áreas residenciales. Al viajar a este país deberá incluir en su maleta ropa fresca y una sombrilla, puesto que la temperatura promedio es de 27º y la temporada lluviosa abarca la mayor parte del año. 

Ciudad de Panamá



El día que llegué estaba lloviendo en la ciudad y el sol no se asomaba por ningún rincón. La primera impresión fue la de una ciudad gris, pues los grandes ventanales de los edificios reflejaban los nubarrones. Era un viernes por la tarde y la hora pico estaba empezando. Después de resolver algunos papeleos burocráticos en el hotel, me dispuse a trabajar y conocer los lugares que el itinerario tenía preparados para nuestra visita.  Los recorridos fueron muy bonitos y pude conocer de cerca algunos hoteles dirigidos a jóvenes empresarios. Lo que me llamó poderosamente la atención fue el contraste que había entre la zona hotelera y el resto de la ciudad. El casco histórico está en reconstrucción y la mayoría de edificaciones es del estilo antiguo. Con mucha influencia estadounidense pero clásica. Imaginen las casas del sur de Estados Unidos con grandes balcones y coloquenlas en una época panameña. También hay varios edificios de apartamentos más sencillos y con la pintura descascarada. A ninguno le falta el aire acondicionado o la ropa tendida en los balcones. Imagino que varios de quienes trabajan en los grandes hoteles han de vivir en estos edificios en los suburbios, que dicho sea de paso, son similares a las colonias chapinas. 


En el itinerario se había destinado una tarde entera para ir de compras. Ya había escuchado que Panamá es el mejor lugar para ir a comprar y obtener artículos a precios increíbles. Así que la última parada fue en un centro comercial con decenas de tiendas de marcas internacionales y otros almacenes más sencillos pero en los que abundaban extranjeros comprando ropa al costo o accesorios a $2.99.  No voy a negar que me gusta comprar. Pero creo si fuera comerciante quizá me hubiera emocionado más ir a encontrar esas gangas en el Mall. Después de dos horas en el lugar, ya me sentía un poco desesperada y aburrida. Había demasiada gente en todos los lugares y me di cuenta que en realidad, no necesitaba nada de lo que ahí me ofrecían. Reduje mi lista de intereses a tres objetos que tenía la intención de comprar en mi país pero como los vi más baratos ahí, los compré. Después decidí caminar hacia la puerta y esperar a la persona que nos llevaría de regreso al hotel. Recordé que aquí en Guatemala los centros comerciales también se llenan hasta su máxima capacidad durante un fin de semana. Son ese escondite urbano para soñar con otras vidas y un estatus que siempre vamos a querer alcanzar. Tanto en Panamá como en Guatemala, se ve a los malls como el éxito comercial y urbano que congrega a personas durante horas.


Mientras regresaba al hotel, Raúl me preguntó qué me había parecido el viaje y si había comprado muchas cosas. Le comenté que me había aburrido y que ir a pasear a un mall no es mi idea de turismo. Quizá en otra oportunidad viaje para conocer galerías de arte, museos o locales de artesanías. El piloto Raúl estuvo de acuerdo conmigo y me comentó que a los guías turísticos pareciera darles un poquito de pena el hablar de la Panamá de verdad. Esa que viven los panameños trabajadores, que madrugan y ríen o lloran como todos. Me contó que él vivía en uno de los suburbios y que cuando le toca acompañar a grupos de turistas escoge transitar por las calles residenciales o poco favorecidas. Esto para que quienes viajemos en el bus podamos ver por unos segundos a la ciudad que se esconde detrás de los imponentes edificios. La ciudad crece a un ritmo muy favorable, lo que ha permitido que la zona bancaria y hotelera se expanda. Hay varios proyectos en construcción, por lo que no sería de extrañar que el paisaje cambie repentinamente. 



Panamá





Antes de que terminara el día decidí escaparme por unos instantes hacia la Avenida Central, que es una avenida peatonal en la que se ubican comercios. La guía que viajó con nosotros no me dio muy buenas referencias del sitio, los botones del hotel me aconsejaron que no me asomara. Incluso el taxista me preguntó si no prefería ir al Mall. Pero yo estaba determinada a ir a caminar por la Avenida Central. Y… Lo hice. Pero por pocos minutos. Ya era algo tarde y como era domingo, no había muchos locales abiertos. En algún momento fue una avenida peatonal como la actual Sexta Avenida del Centro Histórico guatemalteco. Ahora está muy descuidada y, según me comentaba el taxista mientras caminaba unos metros por el lugar, si se le pusiera más atención al sitio, se podría convertir en un punto turístico importante. Cuando íbamos de regreso, el taxista pasó por otros sectores y compartió algunos detalles sobre la ciudad. Me recordó mucho a las calles más desatendidas de la zona 1, cerca de la terminal de autobuses en la 18 calle. En un abrir y cerrar de ojos nos encontramos en el mercado de mariscos y los altos hoteles me recibían de nuevo. Ahí donde el aire acondicionado te hace olvidarte del calor húmedo que impera en el ambiente. 


«Los latinos son quienes más se interesan en ir al Mall que los europeos o americanos», aseguraba nuestra guía en uno de los recorridos. Por dentro yo luchaba en contra de ese instinto consumista que nos inculca la sociedad. Es muy fácil cruzar esa delgada línea entre el placer de comprar y el abstenerte porque en realidad, no necesitas nada de lo que te ofrecen. Me parece que, al menos en esa parte de la ciudad o enfoque turístico, se promueve demasiado el consumismo. La estadía se te va entre escaparates, compras y más compras banales. A menos que sean comerciantes emprendedores que saquen adelante su negocio con mercadería panameña y aprovechen para invertir bien su dinero. 


No vi artesanías pero sí algunos accesorios en el Mall que estaba frente al hotel. Tomé uno con la leyenda de Panamá y guardé en mi corazón los amaneceres frente al mar o las conversaciones conmigo misma y el paisaje. Es muy difícil, si no imposible, conocer un país durante cuatro días. Sobretodo si participas en los tours para extranjeros. Quizá esa misma burbuja sea la que vean los «gringos» cuando caminen por la Antigua Guatemala, observen de lejos el Palacio Nacional o escalen las ruinas en Petén. Nuestros países se convierten en un paréntesis para quien solo viene de paso a cerrar un negocio y a distraerse de la cruda realidad que le toca afrontar cuando regresa a su país de origen. 


De una u otra forma, este viaje lo agradecí desde el alma. La vida sigue y esos instantes se fueron pero permanece el sentimiento. Es por eso que confirmo que la máxima inspiración diaria proviene de saborear cada momento porque el tiempo transcurre como agua entre los dedos. Gracias Panamá.



La crónica completa publicada en Magacín pueden leerla aquí: http://www.s21.com.gt/musica/2012/05/27/una-ciudad-playa-musica-calor


Más fotos: 



¿Se acuerdan de la escena de Reality Bites en la que Lelaina se muestra vulnerable frente a Troy y le confiesa su frustración por no haber podido llegar a ser ese ALGUIEN tan anhelado a los 23 años? Después de esa escena ambos se confiesan su amor y están a punto de vivir felices para siempre Si bien es cierto que esa película es considerada como el vivo retrato de la Generación X, debo confesar que siempre me sentí atraída hacia la cinta. Me gustaba ver a Troy, interpretado por Ethan Hawke, y me entretenía con sus diálogos filosóficos. Sin embargo, fue hasta el domingo por la tarde que realmente comprendí el significado del argumento e incluso me conmoví.

Cuando Lelaina, interpretada por Winona Ryder, emprendía la búsqueda de su destino y se empecinaba en grabar un documental sobre la vida de sus amigos, realmente lo hacía en un acto de rebeldía por documentar el testimonio de una generación. Pero su carrera parece que jamás emprenderá el vuelo y poco a poco aumenta su frustración. Las deudas aumentan y nada parece mejorar. Cuando vi la escena que les mencioné arriba, no pude evitar sentirme identificada porque justo en este momento estoy en la etapa culmen. Estoy próxima a graduarme y, aunque tengo un trabajo estable, hay muchas cosas de la vida que aún no descifro.

Ella tenía a los 23 años como meta para definir el éxito. Pero, ¿y nosotros? ¿Será que la tenemos a los 25, 30, 35, 40 años? Veo a mi alrededor y conozco a mucha gente que se gradúa de la universidad pero no encuentra un trabajo en el área para el que está calificada. Otros ya cuentan con la experiencia y tienen el trabajo pero deciden no estudiar porque consideran que el «cartón» ya no tiene la misma validez que hace algunas décadas.

Vivimos toda nuestra vida buscando el significado de la misma y esperando a que pase algo. Pero muchas veces no nos damos cuenta que sí está pasando algo en este momento. La vida transcurre y no tenemos que buscar muy lejos para encontrar aquello que nos haga felices. Todos los personajes muestran parte de esa búsqueda pero no cuentan con las herramientas necesarias. La única certeza para ellos es que no saben nada. No quieren ser parte del sistema consumista en el que viven, por lo que preferirían la anarquía y una rebeldía sin mayor orientación.

No creo que hable por todos cuando diga que a veces yo también me siento como Lelaina. Veo hacia atrás y me doy cuenta que, a diferencia de ella, tengo varias metas alcanzadas de las que puedo sentirme orgullosa. Algunos familiares me preguntan que para cuando la boda, que si pienso tener hijos o no. Pero hay algo más que todavía sigo buscando. Estoy en pleno cuarto del siglo de mi vida y no puedo evitar preguntarme: ¿Qué pasará ahora? ¿Cómo invertiré los siguientes años de mi vida? ¿Alcanzaré todas mis metas laborales y personales? ¿Serán las metas adecuadas o deberé rediseñar mi plan de vida? Y… No lo se.

Lo que sí se es que ya quiero que sea el 30 de abril para examinarme y poder cerrar la etapa de la Licenciatura de Ciencias de la Comunicación. Quiero graduarme para pasar a otra fase, que seguro me llevará por un nuevo sendero que aún no se ha definido. La otra certeza que se esboza en mi corazón es que podría pasarme mil años estudiando y alcanzando metas académicas pero nada de eso servirá si no veo el panorama de manera integral. El mismo enfoque se aplica a la parte laboral, pues no podemos pasarnos toda la vida alcanzando metas mecánicas en una empresa o escalando las gerencias solo porque sí. Al casarnos con nuestro trabajo dejamos de lado la vida personal y no atendemos nuestro ámbito espiritual.

Troy le dice a Lelaina que lo único que debe hacer  a los 23 años es ser ella misma. Y sí, tiene razón. Pero ser uno mismo no es nada sencillo. Para poder serlo primero debo saber quién soy yo. ¿Quién soy yo? ¿Quienes son ustedes? Una amiga en Facebook reconoció que a pesar de haber vivido X cantidad de años, aún no sabía quien era ella en verdad. No se conocía y no entendía por qué había que pasar tiempo con uno mismo, pues se supone que siempre pasamos tiempo con nosotros mismos. Menuda situación. ¿Y qué tal que pasen tantos años y en 25 años yo tampoco sepa quién soy? Encontrar esta respuesta es fundamental para pasar a las siguientes etapas de nuestra vida. Esto nos evitará saltar de relación en relación o de trabajo en trabajo. La otra parte viene después, cuando debamos tener la valentía de ejercer nuestra libertad con responsabilidad y decir sin miedo: Esta soy yo. ¿Y? (Pero creo que le dedicaré un post aparte a ese tema)

 También le agregaría al tema el vivir una vida llena de pasión con el adecuado conocimiento del talento personal. Ojo que no me refiero al sentido de las películas de Hollywood y que se relaciona con libertades enfocadas erróneamente. Hablo de la pasión y la alegría por vivir, trabajar y dar siempre lo mejor. Pasión que te haga madrugar para llegar temprano y culminar con éxito una labor. La pasión de sonreír con autenticidad y tener más paciencia…

Quizá la búsqueda fundamental no sea la de la felicidad, sino la de la paz interior. Si yo tengo paz, todo lo demás vendrá por añadidura. Sin embargo, no todo es color de rosa. ¿Qué les decimos a todos los recién graduados que no encuentran trabajo o que apenas y ganan lo suficiente para llegar a media quincena? No lo se. Ciertamente no está en nuestras manos transformar esa realidad. Lo que sí está en nuestras manos es estar más atentos a las necesidades del prójimo y solidarizarnos con quien esté a nuestro alrededor.

Leí en un libro que muchas veces la juventud siente estas ganas enormes de cambiar el mundo pero ese impulso se pierde porque no está bien encausado. En la mayoría de ocasiones los jóvenes quieren transformar el mundo de un solo golpe pero se topan con la cruda realidad y ya no cuentan con las herramientas. Crecen, se acomodan y se convierten en lo que siempre temieron. Entonces, el autor Juan Luis Lorda dice algo que me pareció clave. No podemos cambiar el mundo pero sí nuestro entorno. Es por eso que nuestras energías deben enfocarse en una meta específica que transformará la realidad. Ese propósito debe ser integral y libre de cualquier egoísmo.

Los verdaderos agentes de cambio salen de si mismos, pues tienen la suficiente sensibilidad de detectar la necesidad del prójimo y ejecutan los planes para mejorar su comunidad. Ellos saben que no pueden erradicar el hambre en todo el mundo y que la paz mundial es una meta muy difícil de alcanzar. Pero sí pueden darle alimento a un grupo de personas en extrema pobreza y fomentar la cultura de paz en nuevas generaciones.

¿Se han preguntado cuál es su misión en esta vida? ¿Cuál es su llamado o vocación? Yo todavía no tengo todas las respuestas. Cada hecho irá encaminado a la mejora de mi entorno. Pondré mi talento al servicio de la paz y la promoción de un mejor país. Tengo una cosquillita por emprender nuevos proyectos y estudiar la maestría. No he seleccionado cuál pero creo que habrá una que me llevará por el camino del emprendimiento.

Mientras descifro el resto de mi vida, aprovecharé el presente para construir un futuro sobre roca y no en arena movediza. De lo único que estoy completamente segura es que hay alguien que me acompañará en cada instante. Dios sabe todo antes de que suceda, pues su tiempo no se mide en las horas de nosotros. Si todos somos invitados a la santidad, por qué no buscarla en cualquiera que sea nuestra realidad. Buscarla y confiar. Sin temor a ser tachados o a que nos vean diferente. Mientras armo todo el rompecabezas, me esforzaré por repartir amor y caminaré al lado de Jesús. Confiaré en la ruta que se despliegue poco a poco frente a mí y, por qué no, cambiaré el mundo también.

Pd. La película abarca otras temáticas pero quise partir de esa búsqueda existencial y esbozar algunas interrogantes personales.

Mientras escribo estas líneas quizá muchos de ustedes estén haciendo sus maletas y contando los días para viajar hacia un paradisíaco lugar en Guatemala. O quizá estén alistándose para salir a cargar una de las tantas procesiones que recorrerán la ciudad en los siguientes días. Lo que me mueve a escribir este post es una reflexión sobre la Semana Santa que todos vamos a vivir. Porque de nada sirve que cumplamos con todos los ritos o actividades en la Iglesia si al salir al mundo llevamos dolor o rencores en nuestro corazón. Si después de cargar todas las procesiones habidas y por haber, de todas maneras le damos la espalda a los necesitados y nos dejamos caer en la frivolidad de las alegrías líquidas y pasajeras. Lo mismo pasa con viajar hacia cualquier parte del país y dejar de lado el momento de la meditación.
En el seno de la Iglesia Católica, el camino de preparación hacia la Semana Santa inició con el Miércoles de Ceniza y la Cuaresma. Este período fue el indicado para examinarnos con objetividad y reconocer los puntos débiles que necesitan morir para poder ser mejores personas. Nuestros hermanos cristianos evangélicos también pasan por un período de análisis interno y meditación durante la Semana Santa.
Puede ser que seamos muy irascibles, haraganes, egoístas, vanidosos, mentirosos, parranderos empedernidos en exceso y un gran etcétera. Pero les tengo una buena noticia: No estamos condenados a ser así para siempre. Podemos levantarnos y aceptar el llamado a la santidad para seguir a Jesús. El camino no es fácil, pues está lleno de obstáculos y dolores. Pero también está inundado de amor; de un amor basado en Cristo y en la alegría plena. 
Después de que finaliza la cuaresma y cada quien ayunó (esto puede ser simbólico al privarnos de aquellas cosas que nos ayuden a reflexionar como la música, chocolates, etc), viene una adecuada confesión y la disposición a meditar sobre la Pasión, Muerte y Resurección de Jesús. Debemos matar al hombre/mujer viejo para renacer a una vida nueva marcada por la alegría del triunfo de Jesús sobre la muerte.
Muchos solo hemos conocido la Semana Santa de las procesiones pero, citando al Arzobisbo Metropolitano Oscar Julio Vián, no basta con lo externo. Debemos ser sinceros con nosotros mismos y procurar que las expresiones externas sean una figura y expresión de la conversión que tenemos internamente. Las procesiones forman parte de una tradición que tiene el carácter de Patrimonio Intangible de la Nación. No exaltamos el dolor ni adoramos imágenes. Es una tradición en la que acompañamos simbólicamente a Cristo y los cargadores llevan el peso simbólico de la cruz. Ver las imágenes nos sirve para meditar y tener un reencuentro espiritual.
La palabra que lo resume todo es AUTENTICIDAD. Ser auténticos en esta Semana Santa es lo más importante. Nuestro corazón debe estar con el Señor y entonces dejar a un lado las riñas, las críticas hacia los demás, reconciliarnos con el familiar, asistir a la misa o al servicio de la comunidad, dejar la mediocridad a un lado, escuchar a quien tenga un problema, reducir la medida al ingerir bebidas alcohólicas, no calumniar, cuidar el vocabulario, etc. En resumen, ser un reflejo de Jesús y de su amor.
Si vamos a viajar a la playa o algún otro destino turístico, también debemos recordar que la razón de estos días de descanso viene de la Semana Santa y, en consecuencia, de rememorar la Pasión de Cristo. Mi sugerencia humilde para ustedes es que no se alejen del todo en la parranda. A su lado está Jesús esperándolos y pueden dedicarle una oración sincera. Quizá en ese lugar haya una Iglesia a la que puedan asistir para comulgar y darle vitaminas a su espíritu. No se trata de darnos latigazos hipócritas o de imitar a las abuelitas de antes que sacaban de la piscina a todos los niños el viernes a las tres de la tarde para recordar la muerte de Jesús. Ese hecho vacío no tiene sentido alguno. Se trata de convertirnos desde lo más profundo de nuestro corazón y dar testimonio del Evangelio.
Y si no son ni católicos ni evangélicos y creen que las procesiones no tienen razón de ser o que están mejor sin ninguna religión, gracias por continuar su lectura hasta este párrafo. Traten de obviar la palabra Santa cuando hablen de parrandas o de las celebraciones influenciadas por la publicidad, en las que no esté presente Jesús.  Lo que sí les digo es que Cristo y Dios los aman tanto, tantísimo. Que no se olvidan de ustedes y jamás los han dejado solos. 
Ayer, Viernes de Dolores, recordamos los 7 dolores de María, madre de Jesús. Hoy es Sábado de Ramos y empieza la Semana Santa. No hay que quedarnos en el dolor de la muerte de Jesús, pues debemos recordar que lo más importante de su entrega de amor hacia nosotros, es que resucitó y que el Domingo de Resurección nos espera una fiesta de victoria. Renazcamos pues y acompañemos a Cristo en nuestras oraciones y en los diferentes servicios o misas que se desarrollen esta semana. 
Cambiar es posible. Solo requiere valor, voluntad y la constancia de cada día. La oración es una buena herramienta para mantenerse firme en el propósito.
Si pueden leer el Magacín de Siglo 21 en su publicación especial el miércoles, no se olviden de consultar el artículo Sea: Reflexiones cristianas para la Semana Santa.
A continuación comparto con ustedes el significado de cada día, de acuerdo a la Iglesia Católica. Si un lector cristiano evangélico o luterano o anglicano quiere compartir cómo vive su Semana Santa, se lo agradeceré bastante para conocer otras formas de vivir el cristianismo. 🙂
Domingo de Ramos
Resume la dinámica del Misterio Pascual de Cristo, Las palmas y los ramos manifiestan que la muerte en la cruz es camino de victoria.
Lunes Santo al Miércoles Santo
Celebración comunitaria o de la penitencia o reconciliación con Dios.
Jueves Santo
Este día se celebra la última Cena en que Cristo instituyó la Eucaristía, de la atención especial a los pobres, del Amor Fraterno. También tiene lugar el lavatorio de pies y la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní, que es una de las oraciones más intensas de Jesús. Fue uno de los momentos donde se sintió solo y pudo haberle dicho a su padre que lo salvara pero por amor a nosotros, aceptó todo lo demás que le faltaba vivir cuando lo arrestaron.
Viernes Santo
Prisión y juicio de Jesús. Es el día de luto rigoroso en el que se recuerda la muerte de Jesús.
Sábado Santo
Al anochecer se realiza la gran Vigilia Pascual, en la que más me entusiasma participar esta Semana Santa. En la primera parte se enciende una fogata 
Domingo de Resurección
Alegría intensa por la victoria sobre la muerte de Jesús. 
¡Que tengan todos ustedes una feliz y santa Semana Santa!

Sirva este post para homenajear el legado literario que me han dejado las novelas de Gabriel García Márquez que me recomendó mi mamá alguna vez.

El primer ejemplar de Cien Años de Soledad al que me acerqué estaba en la librera de mi casa. Tenía una pasta amarilla bastante pálida con una nena inexpresiva en la portada. No recuerdo cuántos años tenía pero sí tengo muy presente a mi mamá contándome que ese era su libro favorito. Siempre que lo leía, le encontraba nuevas facetas a la historia y eso era algo que yo no terminaba de comprender.
Un buen día empecé la lectura y… ya no paré. De repente mi casa ubicada en cualquier suburbio capitalino, se llenaba de plantas silvestres y desde lejos podía observar a José Arcadio Buendía mientras empezaba la dinastía que me llevaría hasta Macondo. Quizá tenía menos de quince años cuando me dejé llevar hacia esas historias tan mágicas y verosímiles a la vez.

Ese fue mi primer boleto hacia las novelas de Gabriel García Márquez. Observaba con sorpresa los trucos de los gitanos y pretendía haber conocido el hielo por primera vez, al igual que lo hizo el coronel Aureliano Buendía. Luego continuaba mi paseo junto a los almuerzos que se preparaban en la casa de los Buendía, donde llegaron a recibir a decenas de turistas en la época de mayor esplendor para Macondo. Sufrí las penas de amores de la pobre Remedios, cuyos novios murieron y nunca pudo ser feliz. Me instalé en una de las habitaciones, desde donde escuchaba al viejo José Arcadio mientras estudiaba hasta volverse loco. Fui cómplice de Rébeca, pues cuando era niña solía comerse puñados de tierra y no decía ni una sola palabra. Padecí junto a ellos un diluvio eterno y fue ahí donde aprendí el término escampar, que se define como dejar de llover. Los párrafos que describían las lluvias perennes se quedaron grabados en mi memoria y siempre que observo una tormenta, tengo la leve noción de estar viviendo un pedacito de la novela.

Mi mamá, como en muchas otras cosas de la vida, tenía razón. La novela no revela todos sus secretos al leerla la primera vez. A Cien Años de Soledad hay que descubrirla poco a poco y planear los viajes con anticipación. Quizá he leído el libro 4 ó 5 veces y nunca dejan de sorprenderme los relatos mágicos que García Márquez describe con tanta seguridad. Gracias a estas lecturas comprendía las referencias que algunos columnistas hacían entre nuestra Guatemala y Macondo. Macondo es cualquier lugar de latinoamérica y es una metáfora de la historia de cada país. La soledad es una espina que lastima a cada uno de los descendientes Buendía. Ya sea por la mala suerte en el amor, el egoísmo, las maldiciones familiares representadas en distintas tragedias y la centuria de una familia destinada desde el principio a la tragedia.

Después de Cien Años de Soledad me acerqué a El Amor en los tiempos del cólera. Novela más romántica y trágica. El realismo mágico seguía ahí pero ahora me emocionaba con un par de enamorados que debieron postergar su romance hasta la última etapa de su vida. Si vieron la película, les recomiendo que lean el libro también. La película protagonizada por Javier Bardem no retrata a cabalidad el submundo de esta novela. Lo único que me gustó fue la canción de Shakira que forma parte de la banda sonora.

¿Quién no ha leído Crónica de una muerte anunciada como parte del pénsum en el colegio? A mi me tocó leerla en mis años de diversificado. Me lo gocé pero me gustó más leer La Hojarasca. Este último es un libro que carece de diálogos y relata una historia a partir de los pensamientos de los personajes principales. A casi nadie de mis compañeras del salón les gustó La Hojarasca pero si han leído Pedro Páramo de Juan Rulfo y además, les gustó; entonces harán bien en leer La Hojarasca. Los Funerales de Mamá Grande me pareció un apéndice de Cien Años de Soledad, este también me lo recomendó mi mamá.

Todos los libros que he mencionado hasta el momento, a excepción de La Hojarasca, estaban esperándome en la librera de mi casa. Después de esas lecturas continúe con Noticia de un secuestro y aquí la tónica cambia radicalmente. Nos encontramos en la Bogotá  moderna para seguir paso a paso la historia real del secuestro de Maruja Pachón Villamizar, ocurrido en 1990, a manos del narcotraficante Pablo Escobar.

El último libro de García Márquez que pasó por mis manos fue Vivir para contarla, una hermosa autobiografía que me llevó al verdadero Macondo. El autor nació en Aracataca y esta ciudad fue la que lo inspiró para ambientar su novela más célebre. Pero además de conocer de cerca su pueblo natal, también es posible comprender las referencias literarias y a los personajes reales que incluye en Cien Años de Soledad y El amor en los tiempos del cólera. Esta lectura invita a conocer sus primeros pasos por el periodismo y navegar por las memorias del escritor.

Hace unos años mi mamá se compró una edición conmemorativa de los 40 años de Cien Años de Soledad y ese fue el ejemplar que llegó a las manos de mi hermano menor. Se lo devoró enseguida y también le quedó plantada la semilla de Macondo. En cualquier momento retomaré el libro para internarme por ese poblado. Creo que han pasado muchos años desde que leí la novela por última vez. ¿Quién sabe? A lo mejor podría encontrarme al patriarca José Aureliano atado un castaño mientras platica con el fantasma de su antiguo enemigo. A lo mejor tome un paseo con la llegada del tren para gozar la época del esplendor para los habitantes del pueblo. Quizá salga volando con los vientos huracanados que se llevan al último hijo de la dinastía. O puede ser que aparezca junto al coronel Aureliano Buendía para asistirlo frente al pelotón de fusilamiento, justo cuando comienza la novela:

«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de 
recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces 
una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas 
que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos 
prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre…» 


Les dejo este link para conocer de cerca los !00 Años de soledad: (
http://www.emol.com/especiales/infografias/100soledad/index.htm )
Acompañen su lectura con la canción de Shakira.








Día 4
Tres metros sobre el cielo
Tengo un poema olvidado para ti. Lo escribí en agosto cuando sobrevolaba la frontera entre México y Guatemala. Ahora me da miedo abrir esa libreta para transcribir las líneas que intentaban acercarme un poco más a ti. Sus hojas guardan un texto temeroso que vive en el limbo de los garabatos dibujados en el celaje.
Recuerdo que mientras intentaba concentrarme para escribirte el poema más lindo del mundo, el señor que viajaba sentado a mi lado espantaba los nervios del vuelo con pláticas inútiles sobre horarios fronterizos. Mencionaba algo sobre el ganado que cuidaba en Canadá y las largas horas de espera entre cada vuelo. A pesar de que le iba muy bien en ese trabajo también estaba considerando adoptar el oficio de Coyote.  No intenté disuadirlo. Interferir en sus planes de vida me pareció muy abusivo.  Quién era yo para recordarle las cifras de inmigrantes secuestrados, de las adolescentes violadas y de las demás atrocidades que se publican en los diarios. Al fin y al cabo, él también era un migrante de temporada que retornaba para estar con su familia y seguir luchando por llevar el pan a casa. Le ayudé a completar los datos del formulario de migración. Sospeché que quizá no podía escribir. Minutos después me obsequió un dólar. Lo extendió con seguridad y con un intento de sonrisa me dijo que era para la buena suerte.
Yo sólo podía pensar en lo que pasaría al momento de aterrizar. Habíamos dejado un paréntesis abierto en nuestra historia. Imaginaba que escribirte ese poema debería ser como jugar con Peter Pan en la nube con forma de oso que destrozaba el ala izquierda del avión. La búsqueda por las palabras adecuadas era algo así como armar un origami en el cielo. Delineaba cada doblez al compás de una cursilería que se escaba por la escotilla. Luego cerré mi libreta para contar las nubes de la misma forma en la que enumeraba los lunares de tu espalda antes de dormir. 
  • Este es un breve adelanto de un libro que contendrá relatos y poesía. El proyecto apenas está en construcción pero quise compartirles un poco de lo que me ha quitado el sueño durante las noches largas de noviembre. :0)

Hay muchas cosas que puedo decir respecto a la perdida de uno los mayores valores en el arte y la arquitectura guatemalteca. Pero creo que la mayoría ya fueron dichas. Tuve el privilegio de conocer a Efraín Recinos gracias a una investigación que debí realizar para mi tesis de licenciatura, pues mi tema se enfocó en una obra realizada por el Maestro en la Biblioteca Nacional. De esa cuenta, aproveché para entrevistarlo y publicar parte de esa conversación en una sección de Vida en Siglo 21.

Recuerdo que iba muy nerviosa porque no todos los días puedes entrevistar a una persona tan genial y que además pasa a formar parte de la cultura general e histórica del país. Llamé al director del Teatro Nacional para solicitarle una cita con Recinos pero no esperaba que me indicaran que la reunión podía ser esa misma tarde. Coordiné todo con el fotógrafo y salimos casi corriendo a las seis de la tarde para llegar puntuales a la entrevista, pues no creemos en la «hora chapina». Recinos salió a recibirnos, hizo un comentario con respecto a mi automóvil para luego decir: «Vinieron puntuales. Eso es bueno».

Nos condujo hacia su estudio, que se ubica en el corazón de su obra maestra. Iba acompañada por el fotógrafo Eny Hernández. El espacio de Recinos reflejaba un caos ordenado en el que los papeles y la pintura salían por doquier. Los libros no cabían en las libreras y había varias torres de textos regados por el suelo. Un par de zapatos abajo de la mesa y la música clásica era el sonido de fondo que acompañaba nuestra conversación. Sus manos temblaban mucho pero su mirada tenía una chispa creativa que muchos jóvenes desearían.

El sentido del humor y su timidez fueron algunos elementos de su personalidad que salieron a flote en la conversación. Al preguntarle sobre la escultura mostrada al principio de este post nos dijo que no quería hablar de eso porque le daba mucha pena. Esta obra fue realizada por Manolo Gallardo pero Recinos aseguraba que él no merecía tales agasajos. Después la entrevista giró hacia los detalles detrás de sus creaciones, su inicio en el arte, anécdotas infantiles y creativas. También nos explicó qué era eso de la «arquitectura guatemalteca».

El 2 de octubre la noticia de su deceso me tomó por sorpresa y aunque no lo conocí de cerca, lamenté la perdida de una mente tan brillante. Observé como varios medios nacionales cubrieron la noticia y entre ellos me incluyo, puesto que tuve el honor de redactar las notas que recordaron su obra y despidieron al artista. Me pregunté cuáles funcionarios realmente llegaron a conocer su obra o por lo menos, trabajarían por protegerla ahora que su creador ya no estará. Cuántos de verdad le mostraron su respeto y lo apoyaron más allá de las palabras protocolarias que puedan expresarse en ocasiones como esta. Supongo que nunca lo sabré.

Desde este espacio externo mis condolencias. Este tipo de experiencias son las que más agradeceré como periodista cultural e investigadora para la realización de mi tesis de licenciatura. Es por eso que quiero compartir con ustedes la segunda edición de Breves de una Lunatika. El Podcast está dedicado por completo a Recinos, pues incluye fragmentos de la entrevista realizada a principios de este año. Lo grabé cuando todo acababa de suceder pero por azares de la vida lo subo hasta ahora. Muchas gracias a Solrack por la ayuda en la edición. 🙂

Este es el link de la descarga: (Aquí)

Pueden consultar las notas publicadas en Siglo 21 que recuerdan la obra de Recinos en los siguientes links

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