Corramos hacia la última caricia cuando la noche se levante sobre nuestros hombros.
Foto: Proyecto Follow Me To, Murad-Osmann
Tenía 11 años cuando Monseñor Gerardi fue asesinado. Yo era una niña que estaba ilusionada por salir en una obra del teatro que estrenaríamos en el colegio por el día del maestro. Es curioso pero me recuerdo de ese día porque ya no pudimos llevar a cabo la obra. Las clases se suspendieron y las alumnas de diversificado fueron convocadas para llegar al funeral.
No comprendí nada hasta algunos años después, cuando en las clases de catequesis las madres del colegio La Asunción nos empezaron a repartir unas fotocopias. Se trataba del Informe Remhi: Guatemala Nunca Más, publicado por la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala. Todavía recuerdo lo impactante de esas sesiones, en las que leíamos con la boca abierta todos los testimonios recopilados e incluso lloramos al imaginar lo que las niñas de nuestra edad pudieron haber sentido. Otros días las catequistas alternaban las lecturas con documentales sobre la vida de Monseñor Gerardi y fue así como empecé a conocerlo. Cada 26 de abril visitábamos la capilla de la Parroquia San Sebastián y también fuimos a las catacumbas donde estaba enterrado. Estoy segura que fue así como nos empezó a crecer la conciencia social e histórica. Puesto que el tema está vedado en el pénsum oficial de Estudios Sociales, esos cuatro tomos del Remhi eran lo único que nos conectaba al pasado.
Esos testimonios fueron el detonante de mis primeros relatos. Ahora que lo pienso, creo que eran reproducciones de los testimonios. Imaginaba posibles situaciones familiares en las que un abuelo se separaba de su nieto en el medio de la montaña. No podía comprender cómo un ser humano podía hacerle tanto daño a otra persona, y de forma sistemática. Luego vino la indignación por el crimen. La impunidad. Las telarañas de justicia en una serie de hipótesis que acusaban hasta a un perro.
Empecé a escribir este post el viernes, cuando se cumplieron 15 años de ese asesinato, el oscuro fin de una vida entregada al servicio de la población que no tenía voz. Un ejemplo de lucha por la verdad. Su vida, al igual que la de Monseñor Romero en El Salvador, me inspiran a luchar por la verdad y apostarle a la paz. Aun cuando todo pareciera estar derrumbándose, ellos seguían adelante. Sin desanimarse, tal y como lo indica esta homilía de Romero:
Les comparto el link al comunicado oficial de la Conferencia Episcopal de Guatemala, con relación al 15 aniversario de su martirio: http://www.iglesiacatolica.org.gt/20130426.pdf
El vídeo fue tomado por Ben Kei Chin.
Hace algunas semanas conversaba con mis padres sobre nuestra mascota y aquella ocasión en la que viajó con nosotros a Tamahú para visitar a la abuelita. Ellos no recordaban el año en que había sido ese viaje y, sinceramente, yo tampoco. Fue entonces cuando recordé que apunté ese dato en un viejo cuaderno, donde además anotaba todo lo que me pasaba. Dejé un momento el comedor para ir a consultar a mi cuarto uno de esos cuadernos y reencontrarme con un relato escrito en 1998. Fue así como destapé una caja de pandora que me llevó hacia el pasado.
Horas después, no pude evitar regresar hacia esa caja de cartón decorada con recortes de revistas para seguir leyendo los apuntes de una niña que soñaba mucho y se aburría bastante. Quiero dejar claro que antes de leer el diario, recordaba momento de mi infancia como alegres y entretenidos. Pero a lo mejor es la nostalgia la que le da ese toque. Creo que el primer diario que escribí lo empecé cuando estaba en tercero o segundo primaria. Eran páginas de colores en las que relataba lo que había jugado ese día en el colegio, las peleas con mis amigas o las batallas de mis hermanos en casa. Mi letra era demasiado grande y algo torpe.
Avancé hacia los siguientes cuadernos. Eran los de una niña a punto de entrar en la adolescencia y que empezaba a dibujar corazones con el nombre del niño que le gustaba. Casi puedo verla en su cuarto, en un suburbio de Villa Nueva, viendo televisión o demasiado aburrida porque en la colonia no había niñas de su edad. Escribiendo que no había pasado nada emocionante ese día o que había ido a ver Armageddon al cine con su papá y que la nueva refrigeradora había sido entregada. También fue el primer diario de oraciones. Eran sencillas pero sinceras. Demasiado inocentes y tiernas.
Pasaron los años y la adolescencia llegó con todo su apogeo. Los Backstreet Boys ya no eran el grupo favorito, pues quería ser diferente y escuchar algo más fuerte. La aguja apuntó hacia el rock nacional y bandas extranjeras como koRn, Tool, A Perfect Circle, Godsmack, Slipknot, entre muchas otras. Su vestuario empezó a ser más hippie y soñaba con una guitarra. No la dejaban ir a conciertos pero soñaba con que llegara el día en que pudiera hacerlo, tocar guitarra y subir al escenario con su propia banda y lucir un look hippie. Antes de los quince años, se la pasaba muy aburrida en su casa y pensaba que sus papás no la entendían. Ella ignoraba que sus papás sí la habían escuchado. Le regalaron algunos discos de sus nuevos cantantes favoritos (Viento en Contra, Enrique Bunbury, Malacates, etc). Para su cumpleaños 14 decidieron regalarle una guitarra y las aventuras de adolescencia en la colonia empezaron a ser más variadas cada día.
La lograron engañar, pues mamá sostenía que los gastos habían sido demasiado altos y que no era posible dársela. Lucía seguramente corrió a encerrarse de nuevo para escribir cuánto añoraba tocar guitarra, pero que cómo podría ser posible alcanzar esa meta si no le daban el instrumento. Llegó la fecha de su cumpleaños y ella vio una caja demasiado grande esperándola en la puerta. La abrió con mucha ilusión pero se encontró con una broma: Era una guitarra de juguete muy pequeña, de esas que se compran como recuerdo de Antigua Guatemala. Sus jóvenes padres tenían un gran sentido del humor y el verdadero regalo estaba escondido en el trabajo de mamá. La verdadera guitarra fue entregada en la medianoche de Navidad.
Ahora Lucía escribía lo emocionada que estaba con la guitarra. Su meta era tocar todas las canciones de rock nacional que pudiera aprenderse y, algún día, tener una banda. Dos años después lo logró. Participó en el Juventud de 2003 y 2004, representando a su colegio junto a la banda que armó con unas amigas. Y así siguió la historia.
Terminé de leer los diarios muy emocionada. Había una Lucía de la que no me recordaba. Que además de querer tocar guitarra, también se preguntaba que pasaría con su vida. ¿Se enamoraría alguna vez? ¿Sería feliz? ¿Tendría un carro? ¿Vería en vivo a sus bandas favoritas? Hay muchas respuestas que sí puedo darle pero hay otras que todavía ignoro. Me di cuenta que quizá la traicioné un poco. Quizá crecí. Me dieron ganas de abrazarla, sonreír con ella y decirle que tenga más paciencia. Que todo estará bien. Con varios sobresaltos y sorpresas, pero también con muchas alegrías, amor y colores infinitos.
Escribí este post para poner aterrizar algunas ideas. No sé si alguien leerá esto pero quiero concluir con que es bueno ver hacia atrás y redescubrir nuestros sueños. Las negaciones y e incluso los miedos que nos acosan. Reconocí rasgos de mi personalidad que siempre han estado latentes e incluso me comprendí un poco más. Aprecié desde otra perspectiva todo lo que mis papás hicieron para hacerme sentir bien y educarme. Gracias a este reencuentro recordé que necesito tocar guitarra y que no está bien que la tenga empolvada en el rincón de mi cuarto. No quiero traicionar a Lucy de nuevo.
Acabo de retomar la escritura en un diario como parte de un ejercicio creativo. Quizá en otros diez años,
cuando lea los diarios de ahora, también vuelva a sorprenderme de la adulta joven que soy hoy. Les aconsejo escribir un diario y, si tienen hijos, animarlos a que lo hagan. Le leí algunos fragmentos a mis papás y hermanos y lo pasamos muy bien, pues desempolvamos travesuras y detalles de nuestra relación. Otra idea que apliqué hasta que cumplí 20 años, fue la de escribir cartas para mi misma, con un resumen de los puntos más importantes de cada año. Les dejo la espinita. 🙂
Muchísimas gracias a Josué Morales y Mae Guzmán por la oportunidad de compartir parte de mi trabajo como poeta y como gestora cultural en la Asociación de Arte y Cultura Artefacto.
Les comparto la entrevista que salió al aire en el programa El Estartazo. El poema que leo al aire se llama en 387 caracteres, el cual fue publicado en la antología Caleidoscopios Urbanos (Espiral/ Adesca 2010). También pueden leerlo en este link: (poema)
¡Espero sus comentarios!
Somos olvido
Buenos días a una sola voz.
La imagen es de una ventana cualquiera en Xela. El cielo es de agosto 2012, en mis vacaciones preferidas de toda la vida. Una de las ventanas más queridas.
«Tantas cosas pasan bajo este cielo
y el futuro es otro lugar que no conocemos»
Pedro Chavajay
Los poemas de Sin Mañana son un encuentro al unísono entre el pasado, el presente y el futuro. La típica urbe es cambiada por el paisaje del lago de Atitlán, en donde el poeta Tz´utujil nos invita a hacer un viaje que no tiene retorno.
Conocí a Pedro Chavajay en la efervescencia de una lectura de poesía, en el marco del Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango 2012. El bar estaba lleno y desde una pequeña sala se escuchaba la lectura, los comentarios de Javier Payeras y la música con poco volumen. Recuerdo que el poema que llamó mi atención fue uno en el que describía un nostálgico momento en las orillas del lago de Atitlán:
«Hemos llegado a este momento
sin mañana triste
con otros cuerpos que nos han sido ajenos
dejaremos los mitos en estas tierras
tantas cosas pasan bajo este cielo
y el futuro es otro lugar que no conocemos
nos desapareceremos en las perspectivas de las luces
que cuelgan en las aldeas distantes
como hombres suicidas
uniéndose a la mafia
escapándose
antes de que caigan
los primeros rayos del alba
y consuman este paraíso construido»
Después del festival tuve la oportunidad de pasar unos días en San Pedro la Laguna, que es donde Pedro creció. Poco a poco leí sus poemas y hoy decidí escribir un post para materializar de alguna forma el comentario sobre el libro Sin Mañana, publicado por la editorial Vueltegato.
Los poemas son un encuentro entre el pasado, el presente y el futuro. Todos transcurren a la vez en un lugar cargado de la energía de la naturaleza y los ancestros. Los antepasados no se han ido del todo, siguen presentes; como figuras errantes en las montañas y las casas de las nuevas generaciones.
San Pedro bien pudiera ser cualquier población en el lago. Un poblado que reclama un espacio que siempre le ha pertenecido pero que se ha diluido con el paso del tiempo. Quizá parte de esta reafirmación sea que el libro está escrito en Tz´utujil y traducido al español. No sé si es el primer libro de poesía que se ha publicado así pero sí sé que es una brecha para arrancar con este tipo de publicaciones.
También es la búsqueda de las raíces. Comprender de dónde venimos para entonces, poder empezar a descifrar hacia dónde nos dirigimos. Quizá estemos condenados a perpetuar la historia o tenemos todo el poder para cambiarla.
El marco de este viaje estático es un paisaje que, a su vez, también hace las veces de protagonista. Pero es un marco muy alejado del bullicio turístico. Es lo cotidiano; son esos detalles urbanos en una ciudad que observa en silencio las transformaciones del entorno. Un paisaje que recibe las plegarias de sus habitantes y lleva el registro del paso del tiempo. Es muy probable que aunque para el poeta ya no haya un mañana, el lago permanezca y que las montañas solo sean testigos del paso de una tormenta: «Quedan los objetos y sus rastros / rastros de gente poseída / con olores flotando / en el lugar recién abandonado».
Les dejo algunos versos del libro Sin Mañana Nta K´a Chuwaaq.
«Ayer existió un hombre
(que nunca murió)
construyó un montículo de huesos
en un eclipse fumaba
pintaba las montañas en rojo, en negro
combinaba lo verde, el azul y el amarillo
son los dioses que se reinventan con sus bailes». (P. 53)
«Recogeremos la inercia
que hemos usado
iremos detrás de cada paso
repetiremos esos pasos
equivocados
los sonidos, los relajos, los encuentros
las preguntas
esta tierra nos despedirá
burlándose de nosotros
porque sabe que la hemos arruinado
no podremos partir
sin el fuego que esta oculta
desenterraremos los cuerpos alojados en algún lugar». (P. 57)
«Algunos árboles cantan
algunos árboles ríen
algunos árboles caen
se desesperan porque no pueden atrapar el cielo
se resignan a no moverse
de orilla a orilla
algunos árboles se deshacen
sin saber
que las tempestades
son las únicas cosas
que nos unen
con otros lugares». (P.67)
En diciembre del 2012 tuve la oportunidad de realizar un reportaje sobre los Bomberos Voluntarios que fue publicado en el periódico local RooseveltNews. Quiero rescatar la entrevista que le realicé a uno de ellos, pues nunca está demás reconocer la labor que realizan desde el anonimato. Espero poder subir el reportaje también.
Una vida de vocación y servicio al prójimo
Ángel Martinez, Bombero Voluntario
La pasión por la adrenalina y aventura lo llevó a integrar un equipo que siempre está presto y
dispuesto para atender a la población.
Texto y fotos Por María Lucía León
No es extraño que todos los niños en algún momento de su infancia sueñen con ser bomberos que
rescatan a las personas de cualquier emergencia. Lo que sí es inusual, es que ese juego trascienda
en el tiempo para marcar una vocación. Ese es el caso de Ángel Martínez, quien ha dedicado
27 años de su vida para atender a los guatemaltecos como Bombero Voluntario. Las anécdotas
recolectadas durante ese período son numerosas y en la siguiente entrevista comparte algunos
detalles detrás de cada emergencia.
¿Por qué decidió unirse a los Bomberos Voluntarios?
Me gustaba el deporte extremo, por lo que siempre buscaba lugares en los que no faltara la
acción. Participé en diferentes actividades y la última de ellas fue con los Bomberos Voluntarios.
También me gustaba coleccionar carritos de socorristas. Con el pasar de los años, entré a una
etapa más seria en la que me di cuenta de que esta es mi vocación. Gracias a Dios he podido
dedicar 27 años para servir al prójimo.
¿Cómo transcurre un día cualquiera en la estación?
Tenemos un protocolo a seguir pero cada día es diferente. El turno inicia cada día a las 08AM. No
sabemos si tendremos que salir a atender un accidente automovilístico, incendio o algún otro tipo
de suceso. Todos los días pasa algo. Quizá no sea una emergencia de gran escala o muy grave.
Pero sí recibimos llamadas de personas con dolores corporales, mujeres a punto de dar a luz o
pacientes que necesitan ser trasladados a un hospital. Aprovechamos para ordenar todo en la
estación y lavar las motobombas junto con las ambulancias cuando el día es más tranquilo.
¿Qué se necesita para convertirse en socorrista?
Cualquiera puede ser bombero. Lo que le llama la atención a mucha gente es andar en los carros
o escuchar las sirenas. Este oficio va más allá porque requiere estar al auxilio de la población. Uno
está presto y dispuesto para abandonar a la familia en cualquier momento con tal de prestar el
servicio comunitario.
¿Cómo armoniza su vida personal con la del trabajo?
Requiere mucha disciplina, comprensión y comunicación familiar. El bombero deberá salir en el
instante menos esperado porque hay gente que necesita ayuda. Un ejemplo de ello es la atención
a las víctimas del terremoto de San Marcos que sucedió el 7 de noviembre. Se formó una patrulla
de rescate y se convocó al personal de turno junto con el de descanso. El equipo permaneció en el
sitio de la emergencia y lejos de su familia durante dos semanas.
¿Cuál ha sido una de sus mayores satisfacciones?
Que las demás personas confíen en uno porque las emergencias pueden pasar en cualquier
momento y cuando menos se espera. Antes de dedicarme de tiempo completo a este oficio,
también me desempeñaba como mecánico. La mayoría de emergencias en esa época sucedieron
cuando yo no estaba de turno en la estación porque la gente me buscaba en mi trabajo. He
atendido connatos de incendio, partos en la vía pública e incluso le salvé la vida a un compañero.
¿Cuáles han sido las emergencias que han marcado su servicio?
El compañero de trabajo al que le salvé la vida se cayó de un segundo nivel. Todos aseguraban
que había muerto porque estaba inconsciente. Le brindé los primeros auxilios en el momento
adecuado, recobró los signos vitales y fue trasladado al hospital. Esa es una historia con final feliz
pero también he vivido otras muy difíciles. Una de ellas fue en Panabaj, Sololá, donde el poblado
quedó soterrado como consecuencia del paso de la tormenta tropical Stan en el 2005. Fue toda
una odisea cruzar el lago de Atitlán con todo el equipo de rescate. Me da mucha nostalgia no
haber podido ayudar a la mayoría de víctimas porque al llegar a Panabaj no había sobrevivientes.
La mayoría quedó sepultada bajo el lodo que cubrió hasta los postes del alumbrado eléctrico.
¿Cuál es el reto de cada día en este oficio?
Todos hemos sido entrenados para atender cualquier tipo de emergencia. Pero la teoría no
siempre se aplica a la vida cotidiana con facilidad. Hay accidentes de camiones que llevan químicos
desconocidos. Nosotros debemos rifarnos el físico e improvisar porque no contamos con todo el
equipo para protegernos ante otro tipo de sustancias. En otros países los bomberos están más
protegidos, pues su uniforme está casi blindado. Aquí no tenemos tanto presupuesto. Al final,
nuestro criterio para no tomar riesgos innecesarios también es importante en cada emergencia.
Ella tiene 22 años y sueña con poderse inscribir en la universidad para estudiar un profesorado. Quiere reunirse con un familiar en Estados Unidos pero sus padres no le han dado permiso porque es mujer. Las demás chicas de su edad invierten su tiempo en los telares artesanales de la región y en unos talleres impartidos por la Asociación Paz Joven Guatemala. Gracias a estos encuentros ellas se han familiarizado con los conceptos de enfoque de género y la lucha por la no violencia contra la mujer.
Fue gracias a esta organización que conocí a Cata, pues en noviembre tuve la oportunidad de impartir un taller sobre la Comunicación Comunitaria y la Radio. En esa oportunidad me enfrenté a un grupo de mujeres deseosas por aprender pero demasiado tímidas para preguntar. Ella fue la única que no se quedó callada. Tenía la mirada de esas personas que meditan la información que reciben para luego lanzar una pregunta al aire. Sus inquietudes iban enfocadas al desarrollo de la comunidad. Le inquietaba la idea de hacer un programa en el que se le enseñara a la población a hablar español, pues su idioma nativo es el Quiché.
Decidí dedicarle un post porque me enseñó a abrir más los ojos. Verán, el problema de ser una mujer originaria del área urbana, es que ese entorno puede encapsularte en una burbuja. Sabemos que hay otras poblaciones y que Sololá es el departamento donde está el lago Atitlán o que en Panajachel y San Pedro la Laguna son los mejores lugares para ir de vacaciones. Pero muy pocas veces amplíamos la burbuja hacia las realidades paralelas. La de Cata es la de una nueva generación de mujeres que cobra más conciencia sobre sus derechos. Que quiere replicar sus conocimientos en un pueblo donde los varones se dedican a la agricultura o emigran en búsqueda del sueño americano. Su hermano es un agente de la policía que vive en la capital y además es el orgulloso dueño de una tortillería. Su familia es integrada por 9 personas y dos de ellos viven en Estados Unidos. Es gracias a las remesas que puede atreverse a soñar con un título universitario y que puede darse el lujo de desatender los telares de su madre para dedicarle un día al taller de comunicación.
El día que conocí Nahualá fue uno como cualquier otro. El pueblo se alistaba para la feria local. Los trabajadores municipales remozaban el parque y los más jóvenes se paseaban como fantasmas alcoholizados por todo el pueblo. Aquí los tumulos son del tamaño del mundo pero las jóvenes como Cata van más allá. No sé si logró inscribirse en la universidad o si logró convencer a sus padres para que la dejaran viajar con un coyote. De lo que sí estoy segura es que mujeres como ella son las que construyen un mejor futuro si cuentan con las herramientas necesarias. Y por eso la coloco en mi galería de los Extraños.