Entregarse de lleno al mundo, darle la bienvenida a la esperanza con los brazos abiertos…
Todo depende de la faceta que se haga presente en ese preciso instante en el que hay que decidir si extenderle o no los brazos a ese rayo de luz que penetra por la ventana, o por el contrario, refugiarse en pequeños recursos anti paranoia.
Esos recursos que mantienen la estabilidad pegada con retazos de goma; esos recursos que te dicen que todo estará bien…
Esconder el celular en lo más profundo del bolsón, o en su defecto, antes de subirte a la camioneta.
Colocar doble, triple y hasta quintuple seguro en el portón de la casa; asegurarse que la fortaleza está en correcto funcionamiento.
Contar hasta cien antes de salir a buscar a los amigos que salieron huyendo para jugar chiviricuarta.
Bloquear el acceso a tu hi5, Myspace, Facebook y el resto de sitios virtuales en el que expones tu vida ante todos.
Sacar el radio de tu carro antes de bajarte, para luego entregarle al dueño del parqueo las llaves de auto.
Escuchar el bipbip de la alarma conforme te alejas del metro cuadrado donde se quedó parqueado el automóvil en el Centro Histórico.
Encadenar la motocicleta al balcón de la ventana.
Sacar un suéter cuando la tarde está nublada.
Ahorrar hasta el último centavo en una cuenta bancaria.
Persinarse antes de salir al mundo tras haber abrazado ese rayo de luz que penetra por la ventana…
Lucía León
Escritora, poeta, comunicación