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Periodismo


Un verdadero artista responde cada noche a su vocación cuando durante el día se ve obligado a trabajar para sobrevivir. Lo demás son pretextos. Eso aprendí durante la entrevista/conversación con Javier Payeras.  Una de esas charlas que te alimentan e inspiran. El artículo y las fotos fueron publicadas en la revista Avant, en febrero de 2013. Se las comparto a continuación.

«Hay días en los que el mundo se viene encima y las tragedias se cuentan por decenas. Los periódicos son el registro del desencanto. Las ganas de salir corriendo aumentan mientras que la confianza se agota. Justo cuando todo parece irse a pique, hay quienes escogen por apostarle a un estilo de vida menos derrotista. Ese es el caso de Javier Payeras, quien ha optado por pelear contra el desaliento. El campo de batalla se libra desde la literatura y la gestión cultural. Quizá para la mayoría de personas, esa lucha parezca ser una causa inútil. 
Pero también se vale creer que la esperanza es lo último que se pierde. Durante una entrevista en un café ubicado a las inmediaciones del Centro Histórico, Payeras prefiere aferrarse a la posibilidad de ser un tragaluz en esta cotidianidad capitalina al citar a Woody Allen y creer que no todo el mundo se corrompe, pues hay que tenerle fe a la humanidad».

Stranger 13/100

Una inauguración de una exposición es un universo de personalidades que contrastan entre sí y que, de alguna manera, cumplen con ciertos patrones comunes en cada evento. Llegué a Del Arte al Niño para ver las obras que se expusieron y también para darle cobertura al evento junto a Jorge, el fotógrafo de la revista. Íbamos caminando para el elevador y nos topamos con un grupo de jóvenes que, a juzgar por su apariencia, podrían ser estudiantes de arte o cualquier otra carrera humanística. Entre ellos iba nuestra Extraña 13 quien llamaría mi atención más adelante.

Desde hace unas semanas alguien me preguntó por el proyecto de los 100 extraños y eso me hizo reflexionar en las razones por las que no seguí tomando los retratos. No tengo excusas y eso era lo que le estaba comentando a Jorge después de haber terminado nuestra cobertura. Debido a que había dejado mi cámara en el carro, él me prestó la suya para no quedarme con las ganas de tomar una foto. Vi alrededor y justo enfrente estaba ella platicando con sus amigos.

Me acerqué y les expliqué sobre el proyecto y otras cosas que no vienen al caso. Este es el resultado de la mini sesión que improvisamos en el lobby de Zona Pradera. Lamentablemente olvidé escribir su nombre pero quizás eso le da más misticismo al retrato. Me llamó la atención por su actitud y su look. Es una chica muy dulce y espontánea que salió corriendo minutos después para ir a un after de la expo junto a su grupo de amigos.

Esta foto forma parte del proyecto 100 Strangers: www.flickr.com/groups/100strangers/

Galería en Flickr: http://www.flickr.com/photos/66820999@N08/sets/72157629238432909/

Otros extraños: http://lucialeongt.blogspot.com/2012/11/extrana-02-olga-la-lectora-triste-en-la.html
http://lucialeongt.blogspot.com/2012/12/extrano-05-emanuel-el-vendedor.html
http://lucialeongt.blogspot.com/2013/01/cata-la-chica-que-queria-cruzar-la.html


¿Quién dijo miedo? Este pasatiempo no es apto para cardíacos ni para los temerosos de las alturas. Desplazarse a través de cables de acero es algo que se dice fácil, pero que requiere valor para dar el paso y avanzar hacia el vacío. Bastan  unos segundos para respirar profundo, colocarse en la posición adecuada e impulsar el cuerpo para llegar al otro extremo del tiro. Trata de no cerrar los ojos para no perderte ni un detalle del paseo, pues la emoción solo dura unos segundos. Si pestañeas en el camino, perdiste.

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de practicar este deporte extremo y no me arrepiento. Debo confesar que sentí un poco de miedo porque recordaba mi anterior experiencia en Puenting y no fue muy agradable. Pero ambos deportes son diametralmente distintos entre sí.

Un tour de canopy es un paseo extremo por los árboles de un bosque o selva, mediante puentes colgantes, tirolesas, escalerillas y numerosas instalaciones que hacen de estos paseos una forma divertida, emocionante y segura de convivir con la naturaleza. También se le conoce como Tirolesa y está compuesta por una cuerda o cable de tensión en el que las personas se desplazan por medio de una polea. Los usuarios están sujetos a un arnés de cintura. 

El puenting, en cambio, es un salto al vacío que ahora lo comparo con un suicidio o estar cerca a esos instantes. No me malentiendan, si hay algún lector que ame el puenting, está bien. Pero para mi, los segundos posteriores al salto y en los que la cuerda no te jala fueron eternos. Mi mente me engañó. Parecía que me acababa de tirar a la nada y ya no había vuelta atrás, ni nadie que me detuviera. 


Justo cuando estaba arrepentidisima por haberme tirado, la cuerda dijo presente y ahora solo quedaba columpiarme de forma parabólica sobre la copa de los árboles que están en el barranco bajo el puente La Asunción, zona 5. Así fue en mi caso. Esta última parte fue la única que gocé pero llegué a la conclusión de que no vale la pena cuando el instinto de supervivencia ni te permite tirarte. A mi me debieron empujar. Me engañaron porque no me dejaron llegar al 3, sino que me aventaron cuando apenas iban por el 2. El aire se me atragantó en la garganta y no podía gritar ni nada. Más adelante, meditando sobre la experiencia, pedí perdón por haberme puesto en una situación como esa.

Pero regresando al Canopy, quiero añadir en este breve post que recomiendo la experiencia cuando se realiza en lugares con una infraestructura segura. La vida es un don tan chilero que no vale la pena andarla arriesgando solo porque sí. Los vídeos son del canopy que recién inauguraron en las instalaciones de Santo Domingo del Cerro. En Circo del aire hay dos circuitos. El corto se conforma por ocho tiros y el largo consta de 12 lanzamientos. Al final del viaje me entregaron un arbolito para que sembrarlo en casa o donarlo a Hotel Casa Santo Domingo para reforestar áreas verdes. Yo me lo llevé a casa.


Los horarios son de martes a domingo, de 9 a 16 horas. Por si se lo preguntan, las tarifas van desde US$25 en el recorrido corto y U$S35 por el de 12 tiros.
Ahora bien, si son demasiado quisquillosos, pueden preguntarle a los dueños si su establecimiento sigue la normativa técnica (188-002). De acuerdo con la Asociación de Canopy de Guatemala, esta norma es importante para regular su funcionamiento, mantenimiento y operatividad. 


En nuestro país hay varias opciones para practicarlo. Si no quieres irte muy lejos, puedes probar en Cayalá, zona 16, o en Xpark, zona 13. En Antigua Guatemala puedes encontrar la adrenalina en Finca Filadelfia. El Parque Nacional Calderas, a pocos minutos de las faldas del volcán Pacaya, también es una buena opción para hacer un poco de turismo interno.



Recuerda vestir ropa cómoda con un pantalón corto o largo, una camiseta, zapatos deportivos. Evita los tacones y el calzado que pueda salir volando por los aires. En época de lluvias utiliza una capa impermeable. Porta contigo una bolsa para la cámara, una mochila pequeña o una bolsa canguro para que puedas usar tus manos en todo momento. Lleva el pelo recogido para que no se enrede cuando estés practicando el Canopy.



El primer vídeo del post fue grabado por Nelo (¡Gracias!) y este otro lo tomé yo con una aplicación del celular.

«Tantas cosas pasan bajo este cielo 
y el futuro es otro lugar que no conocemos» 
Pedro Chavajay


Los poemas de Sin Mañana son un encuentro al unísono entre el pasado, el presente y el futuro. La típica urbe es cambiada por el paisaje del lago de Atitlán, en donde el poeta Tz´utujil nos invita a hacer un viaje que no tiene retorno.




Conocí a Pedro Chavajay en la efervescencia de una lectura de poesía, en el marco del Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango 2012. El bar estaba lleno y desde una pequeña sala se escuchaba la lectura, los comentarios de Javier Payeras y la música con poco volumen. Recuerdo que el poema que llamó mi atención fue uno en el que describía un nostálgico momento en las orillas del lago de Atitlán:


«Hemos llegado a este momento 
sin mañana triste
con otros cuerpos que nos han sido ajenos
dejaremos los mitos en estas tierras

tantas cosas pasan bajo este cielo 
y el futuro es otro lugar que no conocemos

nos desapareceremos en las perspectivas de las luces 
que cuelgan en las aldeas distantes 
como hombres suicidas
uniéndose a la mafia
escapándose
antes de que caigan 
los primeros rayos del alba
y consuman este paraíso construido»


Después del festival tuve la oportunidad de pasar unos días en San Pedro la Laguna, que es donde Pedro creció. Poco a poco leí sus poemas y hoy decidí escribir un post para materializar de alguna forma el comentario sobre el libro Sin Mañana, publicado por la editorial Vueltegato. 


Los poemas son un encuentro entre el pasado, el presente y el futuro. Todos transcurren a la vez en un lugar cargado de la energía de la naturaleza y los ancestros.  Los antepasados no se han ido del todo, siguen presentes; como figuras errantes en las montañas y las casas de las nuevas generaciones.


San Pedro bien pudiera ser cualquier población en el lago. Un poblado que reclama un espacio que siempre le ha pertenecido pero que se ha diluido con el paso del tiempo. Quizá parte de esta reafirmación sea que el libro está escrito en Tz´utujil y traducido al español. No sé si es el primer libro de poesía que se ha publicado así pero sí sé que es una brecha para arrancar con este tipo de publicaciones.


También es la búsqueda de las raíces. Comprender de dónde venimos para entonces, poder empezar a descifrar hacia dónde nos dirigimos. Quizá estemos condenados a perpetuar la historia o tenemos todo el poder para cambiarla. 


El marco de este viaje estático es un paisaje que, a su vez, también hace las veces de protagonista. Pero es un marco muy alejado del bullicio turístico. Es lo cotidiano; son esos detalles urbanos en una ciudad que observa en silencio las transformaciones del entorno. Un paisaje que recibe las plegarias de sus habitantes y lleva el registro del paso del tiempo. Es muy probable que aunque para el poeta ya no haya un mañana, el lago permanezca y que las montañas solo sean testigos del paso de una tormenta: «Quedan los objetos y sus rastros / rastros de gente poseída / con olores flotando / en el lugar recién abandonado».


Les dejo algunos versos del libro Sin Mañana Nta K´a Chuwaaq.


«Ayer existió un hombre
(que nunca murió)
construyó un montículo de huesos
en un eclipse fumaba
pintaba las montañas en rojo, en negro
combinaba lo verde, el azul y el amarillo
son los dioses que se reinventan con sus bailes». (P. 53)

«Recogeremos la inercia
que hemos usado
iremos detrás de cada paso
repetiremos esos pasos
equivocados
los sonidos, los relajos, los encuentros
las preguntas
esta tierra nos despedirá
burlándose de nosotros
porque sabe que la hemos arruinado


no podremos partir
sin el fuego que esta oculta
desenterraremos los cuerpos alojados en algún lugar». (P. 57)


«Algunos árboles cantan
algunos árboles ríen
algunos árboles caen 
se desesperan porque no pueden atrapar el cielo
se resignan a no moverse
de orilla a orilla
algunos árboles se deshacen
sin saber
que las tempestades
son las únicas cosas
que nos unen
con otros lugares». (P.67)

En diciembre del 2012 tuve la oportunidad de realizar un reportaje sobre los Bomberos Voluntarios que fue publicado en el periódico local RooseveltNews. Quiero rescatar la entrevista que le realicé a uno de ellos, pues nunca está demás reconocer la labor que realizan desde el anonimato. Espero poder subir el reportaje también.

Bomberos Voluntarios de Guatemala

Una vida de vocación y servicio al prójimo

Ángel Martinez, Bombero Voluntario


La pasión por la adrenalina y aventura lo llevó a integrar un equipo que siempre está presto y
dispuesto para atender a la población.

Texto y fotos Por María Lucía León

No es extraño que todos los niños en algún momento de su infancia sueñen con ser bomberos que
rescatan a las personas de cualquier emergencia. Lo que sí es inusual, es que ese juego trascienda
en el tiempo para marcar una vocación. Ese es el caso de Ángel Martínez, quien ha dedicado
27 años de su vida para atender a los guatemaltecos como Bombero Voluntario. Las anécdotas
recolectadas durante ese período son numerosas y en la siguiente entrevista comparte algunos
detalles detrás de cada emergencia.

¿Por qué decidió unirse a los Bomberos Voluntarios?

Me gustaba el deporte extremo, por lo que siempre buscaba lugares en los que no faltara la
acción. Participé en diferentes actividades y la última de ellas fue con los Bomberos Voluntarios.
También me gustaba coleccionar carritos de socorristas. Con el pasar de los años, entré a una
etapa más seria en la que me di cuenta de que esta es mi vocación. Gracias a Dios he podido
dedicar 27 años para servir al prójimo.

¿Cómo transcurre un día cualquiera en la estación?

Tenemos un protocolo a seguir pero cada día es diferente. El turno inicia cada día a las 08AM. No
sabemos si tendremos que salir a atender un accidente automovilístico, incendio o algún otro tipo
de suceso. Todos los días pasa algo. Quizá no sea una emergencia de gran escala o muy grave.
Pero sí recibimos llamadas de personas con dolores corporales, mujeres a punto de dar a luz o
pacientes que necesitan ser trasladados a un hospital. Aprovechamos para ordenar todo en la
estación y lavar las motobombas junto con las ambulancias cuando el día es más tranquilo.

¿Qué se necesita para convertirse en socorrista?

Cualquiera puede ser bombero. Lo que le llama la atención a mucha gente es andar en los carros
o escuchar las sirenas. Este oficio va más allá porque requiere estar al auxilio de la población. Uno
está presto y dispuesto para abandonar a la familia en cualquier momento con tal de prestar el
servicio comunitario.

¿Cómo armoniza su vida personal con la del trabajo?

Requiere mucha disciplina, comprensión y comunicación familiar. El bombero deberá salir en el
instante menos esperado porque hay gente que necesita ayuda. Un ejemplo de ello es la atención
a las víctimas del terremoto de San Marcos que sucedió el 7 de noviembre. Se formó una patrulla
de rescate y se convocó al personal de turno junto con el de descanso. El equipo permaneció en el
sitio de la emergencia y lejos de su familia durante dos semanas.

¿Cuál ha sido una de sus mayores satisfacciones?

Que las demás personas confíen en uno porque las emergencias pueden pasar en cualquier
momento y cuando menos se espera. Antes de dedicarme de tiempo completo a este oficio,
también me desempeñaba como mecánico. La mayoría de emergencias en esa época sucedieron
cuando yo no estaba de turno en la estación porque la gente me buscaba en mi trabajo. He
atendido connatos de incendio, partos en la vía pública e incluso le salvé la vida a un compañero.

¿Cuáles han sido las emergencias que han marcado su servicio?

El compañero de trabajo al que le salvé la vida se cayó de un segundo nivel. Todos aseguraban
que había muerto porque estaba inconsciente. Le brindé los primeros auxilios en el momento
adecuado, recobró los signos vitales y fue trasladado al hospital. Esa es una historia con final feliz
pero también he vivido otras muy difíciles. Una de ellas fue en Panabaj, Sololá, donde el poblado
quedó soterrado como consecuencia del paso de la tormenta tropical Stan en el 2005. Fue toda
una odisea cruzar el lago de Atitlán con todo el equipo de rescate. Me da mucha nostalgia no
haber podido ayudar a la mayoría de víctimas porque al llegar a Panabaj no había sobrevivientes.
La mayoría quedó sepultada bajo el lodo que cubrió hasta los postes del alumbrado eléctrico.

¿Cuál es el reto de cada día en este oficio?

Todos hemos sido entrenados para atender cualquier tipo de emergencia. Pero la teoría no
siempre se aplica a la vida cotidiana con facilidad. Hay accidentes de camiones que llevan químicos
desconocidos. Nosotros debemos rifarnos el físico e improvisar porque no contamos con todo el
equipo para protegernos ante otro tipo de sustancias. En otros países los bomberos están más
protegidos, pues su uniforme está casi blindado. Aquí no tenemos tanto presupuesto. Al final,
nuestro criterio para no tomar riesgos innecesarios también es importante en cada emergencia.

Ella tiene 22 años y sueña con poderse inscribir en la universidad para estudiar un profesorado. Quiere reunirse con un familiar en Estados Unidos pero sus padres no le han dado permiso porque es mujer. Las demás chicas de su edad invierten su tiempo en los telares artesanales de la región y en unos talleres impartidos por la Asociación Paz Joven Guatemala. Gracias a estos encuentros ellas se han familiarizado con los conceptos de enfoque de género y la lucha por la no violencia contra la mujer.

Fue gracias a esta organización que conocí a Cata, pues en noviembre tuve la oportunidad de impartir un taller sobre la Comunicación Comunitaria y la Radio. En esa oportunidad me enfrenté a un grupo de mujeres deseosas por aprender pero demasiado tímidas para preguntar. Ella fue la única que no se quedó callada. Tenía la mirada de esas personas que meditan la información que reciben para luego lanzar una pregunta al aire. Sus inquietudes iban enfocadas al desarrollo de la comunidad. Le inquietaba la idea de hacer un programa en el que se le enseñara a la población a hablar español, pues su idioma nativo es el Quiché.

Decidí dedicarle un post porque me enseñó a abrir más los ojos. Verán, el problema de ser una mujer originaria del área urbana, es que ese entorno puede encapsularte en una burbuja. Sabemos que hay otras poblaciones y que Sololá es el departamento donde está el lago Atitlán o que en Panajachel y San Pedro la Laguna son los mejores lugares para ir de vacaciones. Pero muy pocas veces amplíamos la burbuja hacia las realidades paralelas. La de Cata es la de una nueva generación de mujeres que cobra más conciencia sobre sus derechos. Que quiere replicar sus conocimientos en un pueblo donde los varones se dedican a la agricultura o emigran en búsqueda del sueño americano. Su hermano es un agente de la policía que vive en la capital y además es el orgulloso dueño de una tortillería. Su familia es integrada por 9 personas y dos de ellos viven en Estados Unidos. Es gracias a las remesas que  puede atreverse a soñar con un título universitario y que puede darse el lujo de desatender los telares de su madre para dedicarle un día al taller de comunicación.

El día que conocí Nahualá fue uno como cualquier otro. El pueblo se alistaba para la feria local. Los trabajadores municipales remozaban el parque y los más jóvenes se paseaban como fantasmas alcoholizados por todo el pueblo. Aquí los tumulos son del tamaño del mundo pero las jóvenes como Cata van más allá. No sé si logró inscribirse en la universidad o si logró convencer a sus padres para que la dejaran viajar con un coyote. De lo que sí estoy segura es que mujeres como ella son las que construyen un mejor futuro si cuentan con las herramientas necesarias. Y por eso la coloco en mi galería de los Extraños.

Las persianas de los locales comerciales están abajo. Los peatones caminan presurosos para tomar las últimas camionetas que los alejarán del centro y los acercarán a casa. Mientras todo esto sucede, yo me dispongo a cenar junto a un par de amigos en uno de los restaurantes del sector. Escogemos uno con un balcón hacia la avenida para observar a la gente que pasa caminando. Lo usual al seleccionar sitios como este es que los comerciantes informales se acerquen a vender tarjetas, diademas, artesanías y cualquier otro accesorio. Así que no es de extrañar que algunas personas nos ofrezcan artículos que rechazamos con un amable no, gracias.
Uno de los vendedores que se acerca a nosotros es Emanuel, quien llama mi atención por el respeto con el que se dirige a cada interlocutor. Podría asegurar que hay un dejo de timidez en el tono de su voz. Nos muestra un gafete de identificación y un repertorio de tarjetas coloridas con leyendas cursis. Emanuel nos relata que es VIH positivo. Su misión nocturna es recaudar dinero para apoyar al mantenimiento de operaciones del Hospicio San José, un establecimiento donde se atiende a niños y adultos VIH positivo. Le compramos un par de tarjetas y es entonces cuando me animo a solicitarle cinco minutos de su tiempo para tomar una fotografía. Durante la sesión, me comenta que aún le falta pasar a otros restaurantes porque no ha llegado a la meta del día en ventas. El viento frío sopla sin piedad por las cuadras de una ciudad que poco a poco se queda vacía. Los únicos rincones alegres son aquellos donde la fiesta apenas inicia. Es ahí donde Emanuel se acercará con una mirada tímida para ofrecerle tarjetas a los parranderos empedernidos. 


Pd. La fotografía fue tomada en marzo de 2012 y escribo este post el 01 de diciembre. Hoy es el Día Internacional de la Lucha contra el VIH-Sida, por lo que creo que también es un post oportuno para recordar que las cifras en Guatemala son alarmantes. La desinformación en las áreas rurales es alta y nosotros podemos marcar la diferencia al informar, educar y prevenir. También considero oportuno dejar a un lado los estigmas y dejar de discriminar a los pacientes con VIH positivo.


Esta foto forma parte del proyecto 100 Strangers en Flickr: www.flickr.com/groups/100strangers/

STRANGER 02/100 Extraña 02/100
La luz de las diez de la mañana se confunde con la iluminación de las lámparas de Starbucks. El lugar es un búnker aislado del típico bullicio capitalino. Las ideas parecen estar suspendidas. Duermen durante un día cualquiera. Olga permanece ajena a las señales mudas que hacen los policías de tránsito del otro lado de la ventana. Prefiere hojear el periódico y perderse entre las noticias. Al observarla detenidamente, cualquiera podría darse cuenta que no es ajena a la información que recibe en cada página. Aunque su rostro permanece serio y distante, su mirada transmite tristeza. Hay una taza de café en la esquina de la mesa que aún no ha sido probado.
La energía de los meseros podría contagiar a cualquiera de entusiasmo. Sin embargo, Olga es inmune a cualquier distracción. La seriedad con la que gobierna su metro cuadrado llama mi atención desde el primer instante. Decido contrarrestar mis nervios y acercarme para preguntarle si puedo tomar su retrato. Pareciera como si despertara de un largo sueño y apenas me pone atención. No conversamos mucho, por lo que la sesión es breve y algo accidentada. Recordemos que esta es la segunda fotografía que le tomo a una persona extraña, por lo que debo parecer profesional aunque por dentro los nervios ganan la batalla poco a poco. Transcurren cinco minutos desde mi primer acercamiento. Le agradezco por haber accedido a ser la Extraña 02 en este proyecto. Se voltea para seguir leyendo el periódico y yo me marcho con la captura de la tristeza de Olga, la lectora en la cafetería.   
La foto es parte del 100 Strangers Project: www.flickr.com/,groups/100strangers/ http://flic.kr/p/bqN5o4

¿Recuerdas cuando los periódicos nacionales titularon sus portadas con el deceso de la elefante Mocosita?
La muerte de la popular paquiderma que residía en el Zoológico La
Aurora fue lamentada por muchas personas. Pero, ninguno se sintió tan
triste como Pablo Chicol. Su trabajo como Jefe del Departamento de
Jaulas le permitió compartir con la elefante durante sus últimos
instantes. Aunque han transcurrido cuatro años desde que falleció, su
voz se torna nostálgica cuando lo describe como uno de los momentos más
difíciles de su profesión. Su mirada se pierde entre los matorrales al relatar los acontecimientos: «Ya no podía permanecer en pie y buscábamos algo para que no estuviera bajo el sol. La situación empeoró en la noche y al día siguiente nos llamaron para darnos la mala noticia».

Afortunadamente el oficio de Pablo también le ha dado gratas
satisfacciones. Una de ellas ha sido poder velar por el bienestar de los
animales que maravillan al público. Hay detalles que pasan desapercibidos para los visitantes que se ríen
con las ocurrencias de los monos o se asustan al ver a los tigres.
Pablo está a cargo de un equipo conformado por 30 personas se encargan
de atender alguna emergencia o cerciorarse de que no les falte nada a
los inquilinos. De alguna manera el zoológico es su segundo hogar. Debido a que ha pasado la mitad de su vida cuidando a los animales de
este lugar, es capaz de reconocer sus estados anímicos y de recordar
los nombres de la mayoría de ellos.

Temprana claridad
Mientras hay quienes pasan toda la vida buscando su vocación, Pablo
al alcanzar la mayoría de edad, ya había decidido que se aventuraría en
el arte de cuidar animales salvajes. Tenía 21 años cuando empezó su
carrera como limpiador de jaulas. El primer reto que debió enfrentar fue
el aseo de los recintos de jaguares, osos, tigres, pumas y el de la Mocosita.
Pablo recuerda haber sentido mucho miedo al estar frente a frente con
la elefante. Respiró profundo y le habló con un tono de voz firme para
que le permitiera realizar la limpieza.
Sin imaginarlo, ese sería tan sólo el inicio de una entrañable
relación. Con el paso de los años, Pablo adquirió mayores
responsabilidades y aprendió a dominar el arte de la observación para
determinar si una especie se siente deprimida o alegre. Él se toma su
trabajo muy en serio, por lo que su imaginación nunca se detiene.
Además de la limpieza de los recintos, también debe buscar nuevas
alternativas para estimular a los animales. Es por eso que unas ramas de
árboles recién podados, pueden parecerle útiles para transformarse en
juguetes de los monos araña. También prepara helados o piñatas de carne o
frutas que luego son repartidos en jaulas determinadas. Pablo se
preocupa con especial esmero por cada uno de los animales a su cargo.
Confiesa que le gustaría que su hijo siga sus pasos, por lo que se hace
acompañar de él los fines de semana y lo involucra en la alimentación de
los animales más pequeños.

  • Lecciones de un cuidador
    Serenidad y paciencia

    La frase de Kaliman “Serenidad y paciencia, mi
    querido Solin” se convirtió en su lema. Atender las emergencias diarias y
    trabajar con animales que no pueden expresar lo que desean puede ser
    abrumador para cualquiera. A eso se le suma el estar al frente de un
    equipo de treinta personas que deben velar por el bienestar de cientos
    de animales

    Lúdico enriquecimiento

    Imagina que todos los días debes hacer lo
    mismo y que no hay distracción de algún tipo. Lo más seguro es que al
    cabo de una semana, termines aburrido o deprimido. Esa es la misma
    lógica que Pablo aplica al cuidado de animales, por lo que procura
    darles incentivos o juguetes que despierten su curiosidad.

    Respeto a los animales

    Su espalda luce el recuerdo de una pelea entre dos
    cebras. El macho atacaba a la hembra y justo cuando Pablo quiso
    defenderla, este le mordió el chaleco. El incidente no fue tan grave
    pero le recuerda que jamás debe confiarse de los animales. Un error
    inocente puede ser fatal cuando las emergencias tocan a la puerta.

 Este artículo fue publicado en la Revista Magacín de Siglo 21 (23/09/2012) Link: Un día en la vida de.
Fotografía de Andrés Vargas

Trovador panameño

Si ustedes han escuchado que Panamá es como el Miami de Latinoamérica, déjenme contarles que esa aseveración no está lejos de la verdad.
Hace un fin de semana dejé en pausa mi rutina en Guatemala para recibir con brazos abiertos la oportunidad de viajar hacia Panamá. El boleto llegó a mis manos gracias a una asignación laboral, por lo que me encontré ante una situación que no podía dejar pasar. Al recibir la asignación debí documentar todo el recorrido y escribir un artículo al respecto. La publicación salió publicada en la edición del 27 de mayo de la revista dominical Magacín, de Siglo 21. La crónica completa de la visita pueden leerla en este link: Artículo Siglo 21
Panamá forma un eslabón que integra América Central con América del Sur; por lo que no es de extrañar encontrarse con venezolanos, argentinos, colombianos, estadounidenses, dominicanos o centroamericanos en el mismo hotel. La capital se encuentra en la costa del Pacífico, desde donde se alza frente al viajero, luciendo imponentes edificios que contrastan con los suburbios y áreas residenciales. Al viajar a este país deberá incluir en su maleta ropa fresca y una sombrilla, puesto que la temperatura promedio es de 27º y la temporada lluviosa abarca la mayor parte del año. 

Ciudad de Panamá



El día que llegué estaba lloviendo en la ciudad y el sol no se asomaba por ningún rincón. La primera impresión fue la de una ciudad gris, pues los grandes ventanales de los edificios reflejaban los nubarrones. Era un viernes por la tarde y la hora pico estaba empezando. Después de resolver algunos papeleos burocráticos en el hotel, me dispuse a trabajar y conocer los lugares que el itinerario tenía preparados para nuestra visita.  Los recorridos fueron muy bonitos y pude conocer de cerca algunos hoteles dirigidos a jóvenes empresarios. Lo que me llamó poderosamente la atención fue el contraste que había entre la zona hotelera y el resto de la ciudad. El casco histórico está en reconstrucción y la mayoría de edificaciones es del estilo antiguo. Con mucha influencia estadounidense pero clásica. Imaginen las casas del sur de Estados Unidos con grandes balcones y coloquenlas en una época panameña. También hay varios edificios de apartamentos más sencillos y con la pintura descascarada. A ninguno le falta el aire acondicionado o la ropa tendida en los balcones. Imagino que varios de quienes trabajan en los grandes hoteles han de vivir en estos edificios en los suburbios, que dicho sea de paso, son similares a las colonias chapinas. 


En el itinerario se había destinado una tarde entera para ir de compras. Ya había escuchado que Panamá es el mejor lugar para ir a comprar y obtener artículos a precios increíbles. Así que la última parada fue en un centro comercial con decenas de tiendas de marcas internacionales y otros almacenes más sencillos pero en los que abundaban extranjeros comprando ropa al costo o accesorios a $2.99.  No voy a negar que me gusta comprar. Pero creo si fuera comerciante quizá me hubiera emocionado más ir a encontrar esas gangas en el Mall. Después de dos horas en el lugar, ya me sentía un poco desesperada y aburrida. Había demasiada gente en todos los lugares y me di cuenta que en realidad, no necesitaba nada de lo que ahí me ofrecían. Reduje mi lista de intereses a tres objetos que tenía la intención de comprar en mi país pero como los vi más baratos ahí, los compré. Después decidí caminar hacia la puerta y esperar a la persona que nos llevaría de regreso al hotel. Recordé que aquí en Guatemala los centros comerciales también se llenan hasta su máxima capacidad durante un fin de semana. Son ese escondite urbano para soñar con otras vidas y un estatus que siempre vamos a querer alcanzar. Tanto en Panamá como en Guatemala, se ve a los malls como el éxito comercial y urbano que congrega a personas durante horas.


Mientras regresaba al hotel, Raúl me preguntó qué me había parecido el viaje y si había comprado muchas cosas. Le comenté que me había aburrido y que ir a pasear a un mall no es mi idea de turismo. Quizá en otra oportunidad viaje para conocer galerías de arte, museos o locales de artesanías. El piloto Raúl estuvo de acuerdo conmigo y me comentó que a los guías turísticos pareciera darles un poquito de pena el hablar de la Panamá de verdad. Esa que viven los panameños trabajadores, que madrugan y ríen o lloran como todos. Me contó que él vivía en uno de los suburbios y que cuando le toca acompañar a grupos de turistas escoge transitar por las calles residenciales o poco favorecidas. Esto para que quienes viajemos en el bus podamos ver por unos segundos a la ciudad que se esconde detrás de los imponentes edificios. La ciudad crece a un ritmo muy favorable, lo que ha permitido que la zona bancaria y hotelera se expanda. Hay varios proyectos en construcción, por lo que no sería de extrañar que el paisaje cambie repentinamente. 



Panamá





Antes de que terminara el día decidí escaparme por unos instantes hacia la Avenida Central, que es una avenida peatonal en la que se ubican comercios. La guía que viajó con nosotros no me dio muy buenas referencias del sitio, los botones del hotel me aconsejaron que no me asomara. Incluso el taxista me preguntó si no prefería ir al Mall. Pero yo estaba determinada a ir a caminar por la Avenida Central. Y… Lo hice. Pero por pocos minutos. Ya era algo tarde y como era domingo, no había muchos locales abiertos. En algún momento fue una avenida peatonal como la actual Sexta Avenida del Centro Histórico guatemalteco. Ahora está muy descuidada y, según me comentaba el taxista mientras caminaba unos metros por el lugar, si se le pusiera más atención al sitio, se podría convertir en un punto turístico importante. Cuando íbamos de regreso, el taxista pasó por otros sectores y compartió algunos detalles sobre la ciudad. Me recordó mucho a las calles más desatendidas de la zona 1, cerca de la terminal de autobuses en la 18 calle. En un abrir y cerrar de ojos nos encontramos en el mercado de mariscos y los altos hoteles me recibían de nuevo. Ahí donde el aire acondicionado te hace olvidarte del calor húmedo que impera en el ambiente. 


«Los latinos son quienes más se interesan en ir al Mall que los europeos o americanos», aseguraba nuestra guía en uno de los recorridos. Por dentro yo luchaba en contra de ese instinto consumista que nos inculca la sociedad. Es muy fácil cruzar esa delgada línea entre el placer de comprar y el abstenerte porque en realidad, no necesitas nada de lo que te ofrecen. Me parece que, al menos en esa parte de la ciudad o enfoque turístico, se promueve demasiado el consumismo. La estadía se te va entre escaparates, compras y más compras banales. A menos que sean comerciantes emprendedores que saquen adelante su negocio con mercadería panameña y aprovechen para invertir bien su dinero. 


No vi artesanías pero sí algunos accesorios en el Mall que estaba frente al hotel. Tomé uno con la leyenda de Panamá y guardé en mi corazón los amaneceres frente al mar o las conversaciones conmigo misma y el paisaje. Es muy difícil, si no imposible, conocer un país durante cuatro días. Sobretodo si participas en los tours para extranjeros. Quizá esa misma burbuja sea la que vean los «gringos» cuando caminen por la Antigua Guatemala, observen de lejos el Palacio Nacional o escalen las ruinas en Petén. Nuestros países se convierten en un paréntesis para quien solo viene de paso a cerrar un negocio y a distraerse de la cruda realidad que le toca afrontar cuando regresa a su país de origen. 


De una u otra forma, este viaje lo agradecí desde el alma. La vida sigue y esos instantes se fueron pero permanece el sentimiento. Es por eso que confirmo que la máxima inspiración diaria proviene de saborear cada momento porque el tiempo transcurre como agua entre los dedos. Gracias Panamá.



La crónica completa publicada en Magacín pueden leerla aquí: http://www.s21.com.gt/musica/2012/05/27/una-ciudad-playa-musica-calor


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