El automóvil nos dejó frente al portón de una casa que, desde afuera, se veía muy similar al resto de casas que puede haber en las áreas residenciales de Guatemala. Asemejaba una gran fortaleza, la cual debía ser franqueada por una fotógrafa y yo. Bromeábamos un poco para espantar los nervios que corroían los pasos. Estábamos a punto de entrevistar a una persona que, según alguien en la oficina, tenía muy mal humor. Se trataba de Manolo Gallardo, un prolífico pintor guatemalteco cuyo nombre figura en los anales de la historia del arte.
Después de unos cuantos minutos de espera, se asomó a la puerta un señor canoso y vestido en un jumper amarillo. Nos invitó a pasar adelante y a seguirlo en un camino custodiado por algunas esculturas de mujeres voluptuosas. Subimos por unas gradas de caracol y llegamos a una habitación de donde se escapaban las notas musicales de una sinfonía clásica. Su estudio albergaba diferentes obras en proceso y varias torres de discos compactos. Lo esperamos por unos instantes, pues caminó hacia su habitación para cambiarse de atuendo.
El pintor guatemalteco nacido en 1936 regresó al estudio para mostrarnos una nueva escultura en la que estaba trabajando. Su inspiración partía de Neytiri, la protagonista de la cinta Avatar. Tras observarla cuidadosamente, nos sentamos para iniciar la entrevista con quien se propuso modelar un busto para honrar la memoria de un buen amigo. La amistad entre Gallardo y el escritor Mario Monteforte Toledo inició después de una función en el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. A partir de ahí surgió un lazo que los llevaría por buenos momentos, alegatos pasajeros, incluso, un viaje en búsqueda de una empleada que le hurtó medallas y reconocimientos a Monteforte.
“Sólo aquí se mantenía. Andábamos de arriba para abajo cuando no peleábamos”, recuerda Gallardo mientras observa las pinturas y retratos que cuelgan alrededor de la habitación. Ambos defendían férreamente su posición, pues compartían un carácter fuerte y terco. En una ocasión, mientras Monteforte se entrevistaba con Gallardo para redactar un libro sobre su trayectoria, el escultor le dijo: “Te voy a hacer una tu cabeza”. Esa sería la manera en la que le agradecería el texto. Pero nunca se imaginó que el amigo moriría antes de que pudiera ver cumplido el ofrecimiento.
La diferencia de edad no hiso mella en la estrecha relación que llegaron a forjar. Toledo, quien nació en 1911 y fue un prolífico hombre de letras con una intensa actividad intelectual, estaría cumpliendo cien años en septiembre. El literato falleció en 2003 y fue a mediados del año pasado que Toledo retomó su compromiso, pues desea rendirle tributo a la memoria de su amigo. Sin embargo la tarea no fue sencilla. Él mismo asegura ser un pintor y no escultor. “He pintado 55 años y hasta hace dos que me dedico a la escultura. De unas 3 mil pinturas que he hecho nada más hay 15 esculturas”, añade el autor de obras que han sido consideradas controversiales tras sus publicaciones. Bajo su pincel han pasado trazos que delinean las curvas femeninas de diferentes musas retratadas en pinturas que no le dejan nada a la imaginación.
Al dar un vistazo por su estudio es posible reconocer parte de ese legado artístico, pues tanto sus esculturas como los óleos, llevan implícitos detalles curvilíneos femeninos. La conversación también se extiende por experiencias personales como instructor ad honorem en la Escuela de Artes Plásticas, donde ha entrado en contacto con la nueva generación de artistas.
La sesión de fotos transcurre con naturalidad; él sugiere poses o lugares y la fotógrafa retrata la realidad con su lente. Minutos después, Toledo nos muestra parte del resto de su casa. En su dormitorio hay algunos retratos infantiles y un tensiómetro sobre su almohada. Dejamos la música opera atrás para bajar al primer nivel y observar los lienzos que cuelgan sobre los sillones de la sala. Estamos a punto de partir, cuando nos ofrece dos ejemplares de unos libros que recopilan su trayectoria en el campo de pintura. Los toma de unas cajas que guarda en el comedor y escribe una dedicatoria en la primera página. Nos despedimos para retomar el resto de faenas diarias en el periódico y publicar esta nota mañana por la mañana.
Nota publicada en Siglo 21 de Guatemala AQUI