Una rutina auto impuesta no le permite al recuerdo marcar su tarjeta de asistencia.
Voluntariamente he bloqueado algunos archivos del historial de mi memoria.
Resulta un tanto doloroso afrontar tu ausencia.
Son tantas las palabras que no fueron dichas. Algunas denotan mi cariño hacia ti y otras mi enojo.
Y es que cuando estoy consciente de que ya no estas siento un nudo en mi garganta.
Un nudo con sabor a melancolía y coraje.
Es entonces cuando el aguijón me encuentra desprevenida y aprovecha para desplegar la carpeta que lleva tu nombre.
Las lágrimas que llueven de mis ojos encierran la frustración por no poder oirte o recibir tus cartas. Si es que algún día me mandas una…
Has retrocedido en el tiempo.
La tecnología no tiene cabida en tu habitación. Los e-mails son un concepto olvidado.
Me parece que tengo dos alternativas.
La primera alternativa es esperar a que me dediques más de un párrafo en una carta ajena.
La segunda es esperar el poder verte físicamente el día que regreses y así dejar de sentir tu helada ausencia.
Duele. El extrañarte duele.
Lu-natika